El imperio efímero: Origen y fortalecimiento de las subculturas criminales en Monterrey, N.L.
JOSÉ LORENZO ENCINAS GARZA*
CIENCIA UANL / AÑO 19, No. 79, MAYO-JUNIO 2016
Desde 2002 a la fecha la sociedad regiomontana experimentó un cambio radical en los escenarios delictivos que tornaron más insegura la convivencia ciudadana en toda el área metropolitana.
Una de las constantes en la escala delincuencial es la disminución de la edad de los integrantes de los grupos criminales y la participación de la mujer en hechos delictivos: ya sea como parte activa o como trofeo de guerra.
La criminalidad, entendida como hecho social, es la suma de muchos factores que influyen en la personalidad del delincuente y tras la consolidación de “el narco” como forma de vida ha extendido raíces en un terreno fértil.
Las subculturas del narcotráfico y la criminalidad se convierten en una ventana de oportunidad para las nuevas generaciones: jóvenes que están lejos de la autosuficiencia económica. Las organizaciones criminales se erigen como grupos exitosos y liderados por nuevos rostros en viejos escenarios ya que crearon nuevas estructuras delincuenciales bajo un organigrama empresarial en el que las elevadas ganancias significaron un atractivo para el reclutamiento de sus miembros.
Para Luis Astorga es en los lugares donde el Estado no tiene una presencia, donde se ha vivido un abandono social histórico, que la narcocultura se incorporó a la cultura local. (1)
Ya en 2004 Carlos Monsiváis perfilaba la irrupción de esta forma de cultura que emerge en medio de una tremenda escasez. Para el extinto escritor, algunas características de lo que llama “cultura del narcotráfico” son mezcla de factores desiguales y combinados:
• El poder adquisitivo y los recursos tecnológicos de la delincuencia organizada son un poder en sí mismos.
• El impulso de “sobrevivencia-a-como-dé-lugar”, propio de los sectores del abandono agrario o de la pobreza urbana sin empleos a la vista.
• La admiración por el thriller y sus secuencias de velocidad, muerte a raudales, mujeres fáciles, armas poderosísimas y ambigüedad moral.
• Las compensaciones psicológicas del derroche en quienes vivían en la carencia sistemática de recursos.
• La seducción de la publicidad y el relieve legendario de hombres rudos, independientes, habituados a la soledad, tal y como los plasma la imagen del Marlboro man.
• La obtención del gusto estético que proporciona el dinero en exceso. Lo brillante, lo llamativo y lo ostentoso se consideran signos de distinción. (2)
Los efectos de la irrupción de las nuevas subculturas se manifestaron en una primera fase en el modo de actuar, los escenarios de interacción y la organización de los grupos, mismos que funcionaron bajo un orden perfecto y muy bien organizado.
La primera tarea de los nuevos grupos criminales fue el extermino y cooptación de las viejas estructuras criminales, algunos de los viejos caciques delincuenciales de barrios con añeja tradición antisocial fueron aniquilados de la escena delincuencial y aparecieron nuevos rostros, una clase de capo muy ambicioso cuyo objetivo era el ensanchar su área de acción.
La nueva organización contó con una base social que incluye a informantes, la extorsión de la policía y un sentido empresarial en el que los involucrados reciben un sueldo a cambio de su participación.
Con estas nuevas subculturas criminales basadas en “el narco” el sentido de filiación territorial emerge como un código arbitrario pues al radicar en determinado barrio automáticamente se pertenece a un grupo delincuencial que mantiene la hegemonía en la zona.
El control de las agrupaciones del crimen organizado se ejercía a través de la violencia intimidatoria, el secuestro, cobro de cuotas y un severo control de los puntos de venta de droga. El proceso anterior fue llevado a cabo con la anulación de las policías locales: este hecho se logra gracias al pago de cuotas y la intimidación terrorífica vía ejecución de aquellos efectivos policiales que se negaban a participar al lado de los grupos criminales.
Una vez maniatada la seguridad y contando con el apoyo de la masa juvenil, el narcotráfico rebasó los espacios y literalmente emergió como una opción en la que miles de jóvenes pasaron de la insignificancia a la significación social, accediendo a consumos ostentosos. La lealtad de los miembros de los grupos criminales fue vital en el inicio y consolidación de las agrupaciones delincuenciales.
El narcotráfico como empresa prosperó en función a la satisfacción, provecho económico y poder simbólico ya que los actores pasaron de ser esquineros hostigados a capos que amedrentaban policías.
Para Sergio Méndez, en un estudio llevado a cabo en Tijuana, los líderes de cárteles han adquirido proporciones mitológicas al grado de reemplazar a las figuras paternas y son objeto de culto entre adolescentes ávidos de modelos a seguir tras la decepción de la brutalidad social de sus entornos.
“La adhesión de jóvenes a las células delictivas, además de tener origen en motivaciones sociales como la pobreza y el culto al narco y psicológicas como la disfunción familiar, está relacionada con la necesidad de ejercer y demostrar un poder que una vida funcional al margen de la obediencia les niega”. (3)
Para Méndez, la violencia de que fueron víctimas alimentó los potenciales sociópatas y psicópatas al grado de que ahora ejecutan secuestros y “levantones”. (3)
Una base social basada en la violencia, el dinero y la corrupción
Fueron varios los factores que conformaron la telaraña extendida por el crimen organizado en Monterrey y ahora son el cimiento de las organizaciones delincuenciales en la localidad.
El primer aparato de esta compleja red sin lugar a dudas se debe a la base social entendida como el numeroso ejército de personas organizadas al servicio de la criminalidad. Los vendedores de droga que operan en los barrios se convirtieron en líderes ya que al controlar la adicción de los muchachos resultó fácil disponer de ellos de una manera incondicional.
Esta masa juvenil se enganchó en el consumo de drogas y fueron el rostro más visible. Muchas narrativas particulares quedan ahí como parte del imperio efímero ya que literalmente le vendieron su alma al diablo, entregando su existencia a los vendedores de droga al trabajar en un punto de venta donde algunos fueron asesinados por los integrantes de los grupos antagónicos.
A nivel familiar, los estragos fueron mayúsculos y el deterioro de las relaciones entre padres e hijos es una constante como consecuencia y la dinámica familiar ha dejado de ser armónica.
Un segundo elemento por cual estos grupos prosperaron fue la corrupción. Lo que se supone debió de ser el gran rival de las organizaciones criminales se convirtió en su gran aliado. Las estratosféricas cantidades de dinero obtenido por los grupos criminales les permitieron corromper vía pago de nóminas a instancias como la policía.
Sin el ojo vigilante, la ciudanía quedó en estado de indefensión a merced de los grupos criminales, el costo fue muy alto, cientos de víctimas de secuestro, cobro de piso y homicidios se convirtieron en el pan de cada día.
Un tercer elemento importante fue la disponibilidad de las armas de fuego pues poseer un arsenal moderno “convenció” a expolicías y a elementos en activo para que decidieran cambiarse a las filas del crimen organizado. De hecho, hace seis años y en algunos casos actualmente el armamento utilizado por los criminales es más sofisticado que las armas oficiales.
Un cuarto factor fue la violencia como la solución de los conflictos que se consolidó como una especie de código no escrito que da paso al quinto factor que es la venganza de sangre como una regla de honor que hace del sentimiento de odio y venganza un mecanismo que mantiene unidos a los grupos delincuenciales.
Un sexto elemento y tal vez el más importante lo ha sido el dinero y el pago inmediato ya que de no haberlo las organizaciones no funcionarían. Un séptimo factor es la falta de una respuesta planificada o más bien la nula actuación de las autoridades por desconocimiento o la falta de equipamiento operativo para enfrentar en las primeras etapas al crimen organizado, lo anterior se desarrolla en un momento esencial para que las agrupaciones extendieran su telaraña en la ciudad.
Trabajo en redes
Gran parte del éxito de los grupos criminales se debe al trabajo en redes. Larissa Lomnitz, en su ensayo etnográfico de las comunidades marginadas en la ciudad de México sostenía que algunas comunidades reducen a las personas a vivir en guetos y para sobrevivir se ven en la necesidad de crear redes de intercambio entre sus amigos más próximos en las que “se limitan a brindarse seguridad”. En el caso de los grupos criminales “las solidaridades de su grupo de pertenencia propias le garantizan la subsistencia”. (4)
Sobre lo mismo, Lomnitz desarrolla su trabajo bajo dos elementos: la cercanía física y la confianza. Esta última permite entablar redes de intercambio recíproco y crea una voluntad colectiva de cumplir con las deudas o convenios entre las partes, familiaridad suficiente para no ser rechazados. (4)
En otras palabras: aprovecharon la solidaridad de los grupos juveniles para adecuarlas a sus actividades criminales. Con toda esta estructura se disparó la criminalidad y encontró en el narcomenudeo y el sicariato, dos de sus modalidades más crueles que cobraron la vida de miles de personas en Monterrey y su área metropolitana.
El narcomenudeo
La venta de droga es de los eslabones más importantes en esta cadena y nos remite a una economía subterránea que gira alrededor de organizaciones con visón empresarial. El medio para cumplir las metas establecidas fue la utilización de canales ilícitos: toda una economía subterránea o “por abajo del agua”.
Debido a las condiciones apremiantes de aquellos jóvenes que han sido expulsados de la escuela o el empleo formal, la incorporación a las redes criminales emergió como una ventana de oportunidad en la que se goza de una buena remuneración.
En 2009 a un encargado de un punto se le pagaba entre 15 y 12 mil pesos mensuales por la venta de pequeñas porciones del tóxico. El poder simbólico del vendedor de droga en los barrios los hizo ser personas muy poderosas por el hecho de controlar la adicción de los muchachos.
Vale mencionar que la cocaína en su modalidad de piedra es una sustancia sumamente adictiva y “gancha” a los consumidores desde su primera ingesta. Derivado de las actividades de los nuevos grupos criminales la edad promedio del vendedor de drogas bajó de los 28 a los 16 años.
Protegidos por la red criminal, los vendedores de droga se daban el lujo de contar con listas de usuarios y distribuidores con las que tejieron su red y contaron con la protección de policías y todo un ejército para ofrecer de una forma segura el tóxico.
La voracidad de los vendedores no tenía límites, dado que cazaban a los compradores en bares, cantinas y fiestas de amigos, incluso en escuelas. Antes la droga se vendía en un solo lugar, hoy en día se distribuye en incontables puntos, así es como lo refieren los personas que han sido consumidoras y que se encuentran en un proceso de tratamiento en las instancias no gubernamentales. Una vez que las viejas estructuras criminales fueron exterminadas de los barrios, las nuevas estructuras se dieron a la labor de diseñar un plan para el establecimiento de un negocio lucrativo y seguro. La estrategia en una primera etapa fue regalar droga entre menores para crear un grupo de adictos.
Como segundo paso se suboferta la droga y para ello utilizaron jóvenes adictos como cazadores de nueva clientela. El tercer paso es la consolidación de la tiendita y conformación de toda una red de personas a su servicio.
En algunas calles de la zona sur de Monterrey hay puntos de venta de droga en los que existen centinelas que dan el “pitazo” por si se acerca alguna patrulla en callejones, escaleras y calles cercanas.
Según un informante, hay tienditas de drogas que utilizan a chicas de entre 13 y 16 años quienes son manipuladas como “burreras” para acomodar su mercancía, algunas veces venden por vía celular. No es de extrañar que durante los operativos al ser capturados sus compañeros las burreras huían con la droga y las armas.
En puntos altos de La Independencia y La Estanzuela hay menores que empiezan en el negocio del “vicio” desde los 11 años y lo hacen como espías. A bordo de bicicletas los niños recorren calles vigilando que la policía no aparezca y avisando cuando así sucede.
Hay sitios de la ciudad en donde el avance de la ilegalidad ha logrado expandirse de manera que no sólo los niños y jóvenes tienen una parte predominante en el mercado ilícito de los estupefacientes pues cada día es más frecuente que familias completas estén involucradas en la venta y transporte de drogas.
El sicariato
La violencia derivada de las operaciones de los grupos criminales genera la especialización de sus integrantes llegando a consolidar el asesinato por encargo.
Las rivalidades entre los grupos tienen sus propios códigos de resolución de conflictos y ahí encontramos la llamada violencia intimidatoria enfocada al ajuste de cuentas por la vía o la eliminación de los rivales.
Este tipo de personas gozan de un enorme prestigio hacia el interior de los grupos criminales ya que suelen cometer asesinatos por encargo, para saldar cuentas, asustar a determinados personas o para silenciar a quienes denuncian o quieren revelar actividades ilícitas.
La estructura del grupo delictivo
Una organización criminal que basa su poder en operaciones urbanas tiene que contar con una estructura muy bien organizada. El jefe o el encargado de la plaza es quien ocupa la máxima jerarquía, en él recae la designación de los comandantes y los sectores donde acude el personal bajo su control, además de los elementos que participan en las acciones y en contra de quién van dirigidas las hostilidades.
En la base de la pirámide encontramos a los halcones, grupo organizado que se convirtió en los “ojos en la ciudad”, listos para informar todo lo que sucede. En el siguiente nivel encontramos a los encargados de las tiendas, función muy importante debido a que es uno de los medios para obtener más recursos.
Más arriba están los denominados cobras, elementos encargados de dar seguridad a los comandantes, éstos portan armas largas y cortas para actuar de una forma rápida. Los sicarios o matones son personal sumamente especializado y portan armas largas, granadas, chalecos antibalas y cascos. Por haber sido policías o militares se les confiere la labor de llevar el mando en los operativos y son los encargados de ejecutar a la gente suponiendo que eso les da más fuerza.
Junto al mando superior en cada plaza el encargado extiende una telaraña que cuenta con “informantes”, un “contador” y su “sicario personal” quien tiene la tarea de cuidar al encargado.
El informante se mueve con libertad, poco se le ve en las acciones y rinde cuentas al encargado y el contador se encarga de controlar los recursos económicos y paga los sueldos de todos, entre éstas las nóminas de los servidores públicos.
La operatividad de los grupos criminales
Los grupos criminales, de acuerdo a informaciones de las autoridades federales, llevan a cabo sus actividades utilizando una formación denominada “la estaca”, en clara alegoría a una escuadra del Ejército.
La estaca está integrada por un vehículo en el que van cuatro o cinco elementos y sus funciones están supeditadas a la jerarquía de sus miembros. El llamado punto es una casa de seguridad de cada comandante y es vigilada por un halcón.
La tiendita es un lugar donde se comercializa la droga en cada colonia y pueden estar en parques, cantinas, grandes centros comerciales o una esquina. Vigiladas por cobras y halcones hay horarios establecidos. Una vez que el grupo surte la droga hay dos jornadas: la primera comprende desde las 8:00 de la mañana a las 12 de la noche, en tanto que la otra abarca de las 12 de la noche a las 8:00 de la mañana siguiente.
En cuanto a su funcionamiento, hay responsables de pesar, cortar y empacar la droga porque otros revisan la venta y recogen el dinero de ésta. Cuando un miembro viola los códigos del grupo o un comprador falla en el pago es castigado por orden del comandante y generalmente es severamente golpeado con una tabla, esta función recae en los cobras. La tabla lleva el nombre del grupo criminal, además, aquellos retenidos, rivales o secuestrados también se les castiga con tablazos. Otros no corren con mejor suerte y son ejecutados.
* Grupo Milenio.
Contacto: nichocolombia@gmail.com
Referencias
1. Astorga A, Luis A. (1995). Mitología del narcotraficante en México. México, Plaza y Valdés/UNAM: Instituto de Investigaciones Sociales.
2. Monsiváis, Carlos et al. (2004). En viento rojo. Diez historias del narco en México, “El Narcotráfico y sus legiones”. México, D. F., Plaza y Janés.
3. Méndez Luna, Sergio. Narco-cultura: el origen de los sicarios, en Tiempo de Noticias, publicado el 25 de junio de 2008. El documento puede consultarse en: http:// tiempodenoticiasbc.blogspot.mx/2008/06/el-origen-delos-sicarios.html
4. Lomnitz, Adler de Larissa (1980). Cómo sobreviven los marginados. México: Editores Siglo XXI.
5. Valdez Cárdenas, Javier (2012). Los morros del narco. Editorial Aguilar.