LA CONSTRUCCIÓN DE SUSTENTABILIDAD DESDE UNA PERSPECTIVA SOCIOAMBIENTAL. ENTREVISTA A LA DOCTORA LETICIA MERINO PÉREZ

María Josefa Santos Corral*

CIENCIA UANL / AÑO 22, No.97 septiembre-octubre 2019

Leticia Merino tiene un doctorado en Antropología Social por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es investigadora titular del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Ha sido coordinadora de proyectos de investigación en el tema de manejo sustentable de bosques por comunidades, en México y Centroamérica. También ha trabajado sobre la gestión de recursos comunes desde la perspectiva de la sustentabilidad y en la construcción de agendas ambientales, temas sobre los que ha publicado artículos, libros y capítulos de libros. Su quehacer se encuentra vinculado a organismos internacionales y a asociaciones civiles nacionales e internacionales preocupadas por el manejo del ambiente. El trabajo de la doctora Merino se caracteriza, además, por construir sus temas y problemas de investigación y de intervención desde una perspectiva trans e interdisciplinaria.

 

¿Cómo inicia su carrera en investigación? ¿Cómo descubre su vocación de investigadora?

Siempre concebí mi vida estudiando y trabajando porque me gustó mucho el estudio. Estudié Psicología Clínica y Social y la vida me llevó al campo de las comunidades campesinas, primero en la región Purépecha, donde estuve hace 40 años, cuando todavía estudiaba. Ahí me hice amiga de la gente en la comunidad de Santa Fe de la Laguna y me involucré en sus luchas por la defensa de tierras comunales. En esta comunidad, donde era asistente de la asistente, empecé a entrevistar gente y a escribir en un pequeño periódico local y me gustó. Luego cursé dos maestrías con la idea de entender los procesos sociales de cambio. Una en la Facultad Latinoamericana de Estudios Sociales, mientras trabajaba en la Universidad de Querétaro, en la que realicé una tesis sobre sindicalismo. Siempre me gustó mucho el tema de comunidades campesinas, y al salir de la maestría hice, junto a mi hija, un trabajo como voluntaria en la diócesis de San Cristóbal de las Casas, ayudando en la constitución de los primeros campamentos de refugiados guatemaltecos formados por Samuel Ruiz, y ese fue mi tema de tesis de la siguiente maestría en Población y Desarrollo, que cursé en el Center for Development Studies de la Universidad Nacional de India “Jawarharl Nehru University”, a donde llegué cuando al solicitar trabajo en el Consejo Nacional de Población, me ofrecieron o una dirección de área o seguir estudiando en ese programa que apoyaba el Fondo de las Naciones Unidas para Actividades de Población y Desarrollo. Creo que durante mucho tiempo fui la única mexicana que tenía un diploma de esa universidad. En la maestría tomé una materia sobre población y desarrollo sustentable, me involucré más en el tema a través de amigos del Grupo de Estudios Ambientales, quizá la primera ONG ambientalista en México.

En aquel entonces mi afán, que coincidía con el de otros investigadores como Víctor Toledo, Enrique Leff y Julia Carabias, era mostrar la manera en que algunas comunidades campesinas podrían tener un mejor manejo del ambiente que el que se sigue en la agricultura comercial. Así trabaje en el Programa de Aprovechamiento Integral de los Recursos Naturales (PAIR), que coordinaba Julia Carabias, en la montaña de Guerrero. A partir de ésta y otras experiencias me di cuenta de la complejidad de los temas de manejo de recursos naturales, por comunidades y otros actores, resultado de una conjunción de factores diversos que favorecen en unos casos, e imposibilitan en otros, la conservación y la sustentabilidad, que en ningún caso puede ser entendida a partir de fórmulas simples o meramente ideológicas.

Cuando ingresé al doctorado trabajaba para la Fundación Interamericana, que apoyaba importantes proyectos para el desarrollo rural comunitario, esto me permitió asomarme a diferentes regiones del país, sobre todo del sur de México, donde encontré lo que ha sido un tema central en mi vida profesional: el manejo de los bosques por comunidades campesinas, muchas de ellas indígenas, sus prácticas de uso y conservación, sus formas de organización y gobierno que se basan en la tenencia colectiva de la tierra. En este aspecto quiero comentar que 52% del territorio forestal mexicano está manejado por ejidos y comunidades. La organización social a partir de la que se toman las decisiones impone candados a lo que uno como individuo quiere hacer, por ejemplo, sobrexplotar el agua de un lugar.

Por otro lado, en los ochenta hubo un extenso movimiento de las comunidades forestales de distintas regiones del país, para recuperar el control de los bosques que habían sido concesionados por el gobierno federal a empresas extranjeras y paraestatales. Estos movimientos exitosos condujeron, en distintos casos, a un manejo sustentable del bosque. En Oaxaca encontré esto con mayor fuerza y claridad, y he venido trabajando en la región de la Sierra de Juárez desde hace más de 25 años, particularmente en Calpulalpan de Méndez, una comunidad con alto nivel educativo, con una organización social impresionante (la gente se reúne cada mes y discuten desde dónde se tira la basura hasta cómo se maneja el agua y el bosque), y con cuatro empresas comunitarias que generan empleo y cuyos beneficios no se distribuyen entre los socios, sino que se usan para mejoras del pueblo.

En suma, Calpulalpan es una pequeña utopía. Otra gran, gran, gran influencia fue encontrarme saliendo del doctorado con la doctora Elinor Ostrom. Yo había usado su libro El gobierno de los bienes comunes para la tesis de doctorado, pero la conocí cuando le presenté un proyecto basado en su propuesta teórica-metodológica y me invitó a hacer un posdoctorado con ella, a partir de allí mantuvimos una relación de colaboración y amistad durante 15 años, hasta su muerte. También en ese tiempo participé en la creación de una ONG que impulsa de distintas maneras el control y manejo comunitario de los bosques, el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura, del que soy miembro fundadora y con el que participo hasta hoy.

Siempre he tratado de tener un pie en el activismo y otro en la academia, con la convicción de que puedes vincularte, tener incidencia y hacer trabajo académico, yo creo que esto no es incompatible, lo que sí implica es trabajar el doble o el triple.

¿Qué aspectos influyeron para su desarrollo como investigadora y como promotora del manejo sustentable de los recursos comunitarios?

En principio el darme cuenta de que el asunto de las prohibiciones radicales de uso impuestas a los campesinos, bajo la forma de vedas o áreas naturales protegidas, no llevaba a un mejor manejo de los bosques, pues al quitarle los derechos a la gente se afectan sustancialmente sus formas de vida y sus fuentes de empleo e ingreso; por otra parte, al no haber esquemas de monitoreo, se genera mayor sobreexplotación y exclusión social. Por el contrario, donde hubo un manejo comunitario, los bosques se habían conservado más; nosotros proponíamos mayor capacitación para la gente. Influyó también mi participación en el PAIR con Julia Carabias y un diplomado que tomé en el Colegio de México. Por supuesto, académicamente, de manera muy importante, la doctora Ostrom.

Puedo decir que en diferentes momentos han influido cosas distintas, en éste lo que ha influido mucho es el seminario de Agenda Ambiental.

¿Cómo combina los factores sociales, biológicos y ecológicos en la construcción de sus problemas de investigación?

Hay varias cosas, primero entender que no basta una sola perspectiva, los problemas son muy complejos. Ostrom decía que la complejidad no es sinónimo de caos y que si tienes enfoques reduccionistas vas a crear visiones y políticas públicas muy disfuncionales. Por ejemplo, si en el tema de conservación de la biodiversidad dejas de lado los aspectos sociales, generas marginación y conflicto. En cada problema tienes que ser capaz de ubicar cuáles son las perspectivas pertinentes. Se requiere también humildad epistemológica para reconocer que tu visión es una, pero no la única, y a menudo ni siquiera la más importante. Para hacer trabajo interdisciplinario tienes que conocer también el lenguaje del otro, si bien no te puedes volver especialista en todo, sí tienes que ser alfabeto en otras disciplinas, ponerte a estudiar y a leer sobre lo que hacen los otros, no bastan las buenas intenciones para generar mínimamente un lenguaje común.

Otro tema importante es el de aprender a trabajar juntos, como ejemplo puedo citar lo que se ha hecho en el Posgrado de Sustentabilidad, donde hemos visto lo difícil que es construir juntos. Puedes llegar a trivializar la problemática y la disciplina del otro, sobre todo en lo social, pues como la gente tiene experiencia social piensa que este campo es transparente y no se requiere mayor reflexión teórica. Se necesita tener lenguaje para poder construir conjuntamente problemas y formar más académicos que busquen resolver problemas. Un ejemplo es lo que ocurre con una tesis sobre minería a cielo abierto que dirijo, en la que se han documentado problemas ambientales muy fuertes, pues la actividad minera destruye la geología y los cuerpos de agua subterráneos, para explicar esto y combatirlo hay que ir más allá de grandes explicaciones que aluden al neoliberalismo o al capitalismo, casi como palabras mágicas. Ahora, luego de mucho reflexionar con los miembros del comité de tesis entre los que hay biólogos, economistas y sociólogos, propusimos como objetivo de la tesis generar una metodología de evaluación socioecológica de los impactos de la mina, que pueda servir a Semarnat como instrumento para aplicar a lo largo de la vigencia de las concesiones mineras, y cancelarlas o redirigirlas si es necesario (como sucede generalmente).

Entonces necesitamos gente que trabaje hidrología y otro que trabaje desiertos, pero que además quieran colaborar. El construir un equipo así, pasa por manejar el lenguaje que se necesita para construir el problema. Esta reflexión se puede encontrar en el libro póstumo de Ostrom de Trabajar juntos.

¿Cómo hace una científica social para insertarse y construir redes interdisciplinarias para abordar el tema de la sustentabilidad?

Una cosa te lleva a la otra, si tienes voluntad o ganas de incidir, las demandas están ahí. El reto es construir equipo o redes para poder responder a las demandas, incidir más eficientemente y rebasar el voluntarismo. Por otro lado, está la iniciativa del posgrado que es interdisciplinario, y a partir de mi participación en la Agenda Ambiental 2018, en la que participaron 40 académicos de la UNAM y otras instituciones, y que presentamos el año pasado a las distintas campañas que compitieron por la Presidencia de la República, tengo solicitudes en los medios de comunicación, como radio UNAM, Aristegui noticias, entre otros medios.

Por otro lado, es importante la manera en que se toman las decisiones, en este sentido ser hijo en una familia grande hace que aprendas a tomar decisiones de una manera muy democrática, aunque a veces esto cuesta cuatro veces más tiempo. El reto es construir consensos y dar espacios a los otros, construir comunidad y colectividad. También hice muchas redes cuando trabajaba con Ostrom, como la que tengo con el vicerrector de la Universidad de los Andes, que es el nodo de América Latina para la evaluación de los Objetivos de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas. A través de Ostrom y de la Asociación Internacional para el Estudio de los Bienes Comunes, de la que fui presidenta, conocí gente maravillosa en distintas regiones del mundo. Elinor, aunque era muy académica, tenía la preocupación de que la teoría sirviera para la solución de problemas y eso te vincula con más gente.

¿Cuál considera que es el aporte que puede hacer una científica social en el tema de la sustentabilidad?

Mi aporte, que es el de muchos, es insistir en la complejidad de los problemas ambientales bajo miradas socioambientales. En este momento estoy tratando de iniciar un grupo que llamamos Task Force en la asociación de Bienes Comunes, que trabaje sobre la integración conceptual de la teoría de los bienes comunes y la acción colectiva y la ecología política que está fuertemente influenciada por el pensamiento marxista, una corriente que ha tenido gran influencia en América Latina, región que he tratado de integrar en las discusiones internacionales. Esta región presenta muchas particularidades, como los 300 años de colonialismo, la larga orientación extractivista de la economía, la desigualdad extrema y la polarización social.

Tenemos la intención de articular ambas perspectivas en la formulación de preguntas relevantes en torno a las graves crisis ambientales presentes en el subcontinente y en México. Por ejemplo, para caracterizar el papel del extractivismo, o el rol que le toca a México en los mercados globales, articulándolo con la teoría de los bienes comunes y la acción colectiva; poniendo el ojo en cómo construir sustentabilidad desde abajo, cómo construir gobierno participativo para el manejo de los recursos y de socioecosistemas desde una perspectiva de construcción social desde abajo, a la vez cómo fortalecer los marcos legales y los movimientos sociales en defensa de los territorios y los bienes naturales que son generalmente bienes comunes.

Tratar de construir preguntas pertinentes para asumir los grandes problemas socioambientales del mundo de hoy recurriendo a conceptos de cuerpos teóricos para tener marcos interpretativos más comprensivos. Partiendo siempre de una idea que compartió conmigo Elinor Ostrom y que me gustó mucho: desde la ideología puedes hacer las preguntas, pero no construir las respuestas, éstas se generan a partir del trabajo académico.

¿Hasta dónde y en qué han contribuido los hallazgos de sus investigaciones en el manejo sustentable de las comunidades con las que trabaja?

He contribuido a conformar equipos interdisciplinarios. Paradójicamente, yo me siento más reconocida entre mis pares de ciencias duras que entre los científicos sociales. He contribuido en el manejo de las comunidades forestales en Oaxaca. Algunos de los resultados de mi investigación y de los postulados de Ostrom se incorporaron en reglamentos para el manejo de bosques en comunidades del sur del país. Por ejemplo, me conmovió mucho encontrar, el año pasado, cuando fui con un grupo de estudiantes a Calpulalpan, con el comisario de los bienes comunales, que es un gran amigo, que en el aula estaba dando una plática a los estudiantes de bachillerato y secundaria sobre el gobierno tradicional de la comunidad, para lo cual citaba mi trabajo.

Para lograr esto se requiere de programas orientados a tener este propósito. Por ello hace como dos o tres años hicimos un curso masivo en línea sobre bienes comunes, no sé cuáles son los impactos, pero han llegado estudiantes a buscarme y tenemos como 800 graduados, ahora voy a Colombia, a principios de agosto, para ver la posibilidad de hacer, junto con la Universidad de los Andes, un curso masivo en línea sobre los problemas ambientales en América Latina. El impacto ya no sólo se da a partir de la relación cara cara en cursos presenciales o en visitas a comunidades, sino también por medios electrónicos. También estamos pensando en construir, junto con esa universidad, una red para monitorear el desempeño de alguno de los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la Agenda 2030 de la ONU.

Otra de las cosas que hice como presidenta de la Asociación Internacional fue organizar el premio Elinor Ostrom, que se otorga en tres categorías para investigadores consolidados, investigadores que inician y para quienes tienen práctica profesional en el tema. También traduje los libros de Ostrom buscando difundir su perspectiva en México y América Latina.

Desde hace tres años coordino el Seminario Universitario “Sociedad, Medio Ambiente e Instituciones”, con el que buscamos promover cambios de leyes y normativas que contribuyan a la sustentabilidad del país. Somos parte de la campaña que lidera la Organización “Agua para todos, agua para la vida”, con fuerte impulso de la UAM, para cambiar la Ley Actual sobre el agua que se publicó, como la Ley Minera, en la antesala de la firma del TLCAN, y que ha propiciado un verdadero desastre sociohídrico en el país.

Hemos tenido seminarios en el Senado de la República. También nos parece muy importante promover cambios a la Ley Minera y a la Ley de Responsabilidad Ambiental. Para ello ha sido importante contar con una estrategia de comunicación para ser más visibles y hacer que la gente se entere de los desastres mineros, y de lo que implica la producción sustentable. Que los ciudadanos sepan qué está pasando. Vamos a empezar una campaña para salvar los ríos Magdalena y Atoyac para establecer el tema de los derechos de los ríos. Ojalá logremos impulsar, junto con la ciudadanía y los legisladores, cambios sustantivos en estos temas durante la presente Legislatura.

¿Qué le ha dado la UNAM a usted y qué es lo que usted ha dado a la UNAM?

La UNAM me ha dado una posibilidad increíble y maravillosa de hacer lo que a mí me gusta, además de crecer, compartir y tener contacto con jóvenes que para mí es un tema muy importante. Ahorita tengo muchos estudiantes. Creo que yo he aportado, con la formación del Posgrado en Sustentabilidad y con el Seminario de Agenda Ambiental, a crear un grupo para dar seguimiento a los problemas socioambientales del país, que son muchos y muy tremendos.

 

* Universidad Nacional Autónoma de México.
Contacto: mjsantos@sociales.unam.mx