La bioética en las instituciones de educación superior en el contexto de la sustentabilidad
Pedro César Cantú Martínez*
CIENCIA UANL / AÑO 17, No. 65, ENERO – FEBRERO 2014
Los años correspondientes, fundamentalmente a la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI, han estado demarcados y caracterizados por una revolución científica y técnica, generada en torno a un sistema social capitalista generalizado, hoy en día en profunda crisis. (1) Ésta la ha evidenciado en una metamorfosis social que experimenta el mundo, y en la cual el perfil aleatorio de los eventos sociales crea un escenario que promueve, particularmente entre científicos, académicos, sociedad civil y estructuras de gobierno, espacios propios donde se esgrimen escenarios de orden especulativo, con respecto al derrotero de la sociedad. Es así que se distinguen, en estos escenarios, enfoques que bregan entre la justificación ingenua y la preocupación; además se pronuncian denuncias por todas las partes involucradas, sustancialmente por las vicisitudes sociales que conllevan una génesis de tragedias inescrutables e inesperadas, cada vez más palpables en la colectividad social, mediante el deterioro del sistema social, económico y del entorno natural que la circunda. (2)
La complejidad de las eventualidades del mundo de hoy en día, la actuación que en el mismo estipulan las posturas retrógradas y obcecadas del capitalismo neoliberal globalizador y del empleo indiscriminado de la tecnociencia, nos conducen como sociedad a oponernos a estos acontecimientos. Sociedad que, sin duda, será más factible y enérgica, con una comprensión más holística del contexto del ser humano, pero que también se encuentre respaldada, en la procuración y atención a los valores humanos, presentes en todas las culturas y sociedades: la verdad, la rectitud, la paz, la no violencia y la solidaridad, los cuales deberán revitalizarse en todas las naciones. (3)
Las situaciones antes mencionadas han esbozado nuevos acontecimientos en el devenir de la actividad humana y han obrado en el surgimiento de la bioética como una ciencia integradora, para dar contestación y resolver las controversias a los complicados problemas que afronta la humanidad. La bioética emerge en el concierto internacional, con su natural orden interdisciplinar y su propia memoria que la justifica, que le conlleva la inevitable responsabilidad de los temas socioambientales que aquejan al ser humano. Por lo tanto, la bioética tiene el especial desafío de conseguir una visión holística sobre un medio cada vez más complejo, colmado de argumentos y hechos sociales, por lo cual se yergue, preponderante, como una ciencia auténticamente colectiva y de compromiso global, (4) que debe dilatarse a los currículos de las instituciones de educación superior.
Marco de referencia de la bioética
El surgimiento de la bioética se da hace poco más de cuarenta años, en 1971, tras la publicación de la obra “Bioethics: Bridge to the future” (USA. Prentice-Hall Inc.), de Van Rensselaer Potter (1911-2001), quien escribió una extensa proposición que utilizó de tribuna para desplegar esta nueva asignatura, y hasta ahora se toma como punto de referencia para discernimiento de toda acción humana y contribuye al aprendizaje en nuestra sociedad. (5) Su enseñanza ha sido un tema central de discusión y de hondo interés, debido a las distintas miradas filosóficas que han intentado tributar su propia perspectiva, particularmente para subsanar los problemas que existen en ésta desde su propia concepción. No obstante lo anterior, según cita Garza Almanza, (5)
Van Rensselaer Potter decía que la bioética era el puente hacia la sobrevivencia futura de nuestra especie, pues a partir de esa óptica el hombre debía entender su relación con los seres vivientes y el medio físico que le rodea, y transmitir a las futuras generaciones el respeto por la vida ajena para protegerla y conservarla (p. 4).
En otras palabras, Potter marcó que la crisis actual de nuestra civilización demandaría de los sistemas educativos que provean de un conocimiento a las personas que les permita comprender las relaciones que le circundan y conlleven al discernimiento de su naturaleza, con el propósito de ocuparse a favor de la sobrevivencia del ser humano y del entorno del que depende para subsistir. (6) Lo antes citado lo confirma Arias Pabón, en 1995, (7) al subrayar que
…el patrón actual de desarrollo se caracteriza entre otros aspectos por prejuicios y deformaciones mentales y culturales como aquéllas que inducen al consumismo compulsivo, al desprecio irreflexivo de los recursos, a la contaminación irresponsable, a la descarga displicente de desechos no biodegradables y a muchos otros atentados contra el ambiente y la calidad de la vida humana (p. 3).
Así, la ciencia y la tecnología en una sociedad sin principios bioéticos pueden encaminarla al infortunio, mientras una reflexión bioética sobre las actuaciones tecnocientíficas sobre la vida del ser humano ayuda a examinar y considerar los avances con mayor detenimiento para concebir un porvenir más promisorio para la humanidad, en el que se privilegie la justicia social, el abatimiento de la pobreza y conservación de la naturaleza. (8)
Contexto de la bioética en tiempos de la globalización y sustentabilidad
La planificación de los proyectos de nación en muchos países, durante las últimas décadas, lamentablemente no ha permitido alcanzar por completo a resguardar y mejorar el entorno en favor del capital humano, especialmente cuando durante la década de los noventa del siglo pasado se profundizó la brecha entre las naciones ricas y pobres, donde se advirtió que la estructura social y económica existente hasta ese momento, por su esencia hegemónica y únicamente financiera, era evidente su atributo autoritario, el cual excluyó a millones de seres humanos; (9) por lo cual Bermúdez de Caicedo, en 2006, (10) esgrime que “el capitalismo puede sobrevivir con que 20% de la población posea 80% de los recursos y 80% de la población, los más pobres, sólo tengan 20% de éstos. ¿Es esto compatible con la bioética?” (p. 37). Este comportamiento de enriquecimiento y de desarrollo tecnocientífico sólo evidente en los países desarrollados, a costa de las naciones en desarrollo, es producto de un capitalismo neoliberal totalmente opuesto a los principios de justicia social y criterios de equidad, cuyos efectos reales se trasladan a distintas esferas como la política, social, económica, ambiental e inclusive la cultural. (10), (11) Por otra parte, otro suceso aparejado a lo antes aludido fue el desvanecimiento de la esfera socialista en el ámbito de la política internacional y de la separación, en 1991, de la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas, acontecimiento que se constituyó en el más importante del final del siglo XX, porque conllevó una nueva lectura política y social en el plano mundial. (12)
Durante este mismo tiempo, se gestó paralelamente a los acontecimientos que hemos citado el concepto de desarrollo sustentable, como la respuesta internacional que nos ha de llevar a conseguir niveles de vida más apropiados y justos, con una progresión en los niveles de bienestar y prosperidad para la población, que contrarrestaría los efectos negativos del capitalismo neoliberal sobre el entorno socioambiental. (13) ,(14) Compendiando la noción de desarrollo sustentable, ésta describe una combinación de relaciones estrechas entre ámbitos (ecosistemas y medios socioeconómicos), dinámica de factores (como energía, materia e información) y una escala de valores existente en la sociedad humana (representado en la bioética). (14), (15)
Este último aspecto, el bioético, intenta hasta ahora, en el marco del desarrollo sustentable, generar los cambios necesarios y pertinentes al interior de las sociedades, para suscitar nuevas pautas de utilización de recursos, a través de una nueva concepción de la naturaleza, con el propósito de estimular nuevas reflexiones y conductas que contribuyan, en la estructura social, en las actividades productivas públicas y privadas, a actuar en beneficio de un bien común a la luz del razonamiento humano. (16) Así se mantendrá primordialmente al ambiente salvaguardado de los efectos de deterioro y contaminación, y se proveerán una mayor igualdad y una equidad social entre los miembros de toda sociedad. Este sistema de valores, con su contextualización bioética, permitirá acceder a la sociedad a un nuevo conjunto de pensamientos, significaciones, conocimientos y valores humanos con respecto a su entorno que alienta la posibilidad de un progreso ilimitado, de una progresión ascendente y sostenida. (14), (15)
Esto ha conllevado una sucesión de ajustes en la sociedad humana que, incuestionablemente, no ha sido sencillo acoger y con un convencimiento pleno por todas las naciones. Pero con estos cambios se han intentado reorientar los diferentes aspectos que componen una sociedad organizada: el sistema de políticas en economía, energía, comercial, agrícola e industrial, con el fin de establecer escenarios para la íntegra realización de los seres humanos, al abatir las desigualdades, garantizando la seguridad y la armonía entre los países. (13), (14), (17)
La incorporación de esta nueva escala de valores bioéticos al desarrollo sustentable ha fortalecido de forma poderosa el cumplimiento de cuatros principios trascendentales para la continuidad de la vida como hasta ahora, según advierte Cantú-Martínez, en 2008: (14)
(1) las actividades humanas deben desplegarse en un marco de referencia que no ponga en riesgo la complejidad y la biodiversidad de los sistemas naturales; (2) deben perdurar las singularidades culturales expresadas por las diferentes sociedades humanas; (3) deben progresar y proliferar las idiosincrasias humanas y (4) debe prorrogarse de manera indeterminada la existencia humana (p. 46).
Lo anterior cobra importancia cuando organismos internacionales reconocen que el desarrollo actual, aparejado con los avances en la ciencia y la tecnología, los cuales se constituyen en procesos de alta relevancia social, han impactado de forma negativa al medio ambiente, tanto natural como social, situando a ambos en riesgo. Esto es, la tecnociencia y la globalización nos han obligado a reflexionar, en el contexto del desarrollo sustentable, sobre los valores sociales y bioéticos que en nuestra sociedad se han fijado por un proceso de transculturización o educación, y que se han vuelto en ocasiones contravalores, entendidos éstos como hechos, argumentos o actividades negativas que cuentan con proyección social. (18)
Desafíos de la educación superior y la formación integral bioética
La educación superior, en el comienzo del siglo XXI, de acuerdo a Fuentes González, (19) ha logrado una notabilidad mayúscula por el papel que desempeña en la sociedad, al impulsar su desarrollo tecnocientífico. Esto está estrechamente relacionado al atributo y actividad sustantiva de las instituciones de educación superior, que es la indagación inmutable de la verdad, esencialmente mediante la investigación científica, que pretende, además, que conduzca a la formación integral del ser humano y por consiguiente al desarrollo de la sociedad. Para lograr esto, la formación en estudios superiores involucra procesos continuos de mejora que implican la intervención, de acuerdo a la naturaleza distintiva de cada ámbito profesional, de ciertos factores, espacios y constructo de conocimientos para su concreción. A este proceso, no obstante, lo afecta su entorno social, por lo cual Linares Márquez y Fraile Laiz (20) aseveran que:
la educación superior no escapa al impacto de los cambios sociales, económicos y políticos que acontecen en el panorama global. En los últimos años ésta se ha visto modificada por una serie de eventos generados principalmente desde el desarrollo y aplicación de la tecnología en todos los campos del conocimiento (p. 121).
Es así que, en este marco de referencia, la arquitectura y la implementación curricular profesional de las instituciones de educación superior obedecen a hechos irrefutables condicionados por el contexto – histórico o actual– en que se realizan, de tal forma que las instituciones de educación superior deberán brindar resultados a través de la formación de los profesionales, que han de insertarse en un mundo complejo que se desarrolla rápidamente, donde son por demás evidentes las asimetrías económicas, sociales y ambientales; por consiguiente, concurre una serie de dilemas bioéticos relacionados con estos aspectos.
No obstante que la bioética es una disciplina comparativamente joven, su trascendencia hoy en día se ha generalizado a todas las ciencias, con el propósito de resolver estos dilemas bioéticos. Por esto, la inserción de la bioética en la educación superior es inaplazable, porque contribuiría a la reflexión, deliberación y el diálogo entre los diferentes actores, lo cual permitiría labrar el gesto humano en todas las carreras profesionales, estando de por medio el significado mismo del ser humano, que lo caracteriza pensante, que posee voluntad y manifiesta emociones. (16) Por ende, se desmantelaría el “panorama sesgado hacia una formación utilitarista, fincada en la razón instrumental como un factor determinante, emulando las tendencias globales pragmáticas que dejan de lado aspectos morales y culturales, humanísticos en general” (p. 121), de acuerdo con Linares Márquez y Fraile Laiz. (20)
Lo antes mencionado, la formación utilitarista coarta la integración de los profesionales egresados de las instituciones de educación superior en esquemas, planes y labores de servicio a la sociedad, debido a la carencia de una formación integral. Esta formación integral se concibe como una formación académica profesional configurada por particularidades disciplinares que permitan a los egresados examinar y considerar, en su justo valor, las disímiles demostraciones socioambientales que le circundan, las cuales son evidenciadas por los movimientos sociales y civiles, las nuevas relaciones de la sociedad civil con el Estado y la ciencia, y las preocupaciones que emergen en la colectividad social por la paz, el ambiente y el desarrollo humano.
Quizás el reto mayúsculo que tendrán las instituciones de educación superior, al integrar la bioética en sus currículos, se encuentra en el pronunciamiento que, en 2012, realizó Vidal: (21)
es importante comprender que los modelos educativos no son “neutrales”. Cada uno de ellos parte de una serie de valores y conlleva presupuestos y una determinada visión del mundo […..]. Promueven también una actitud hacia la realidad y orientan determinados proyectos históricos (p. 24).
Es así que la inserción de la bioética en las instituciones de educación superior demandará, en primera instancia, un abordaje desde las perspectivas deontológicas, esto es, relacionado con las profesiones; en segundo término, desde el contexto de justicia, es decir, desde lo concerniente con la práctica profesional, y, finalmente, desde un posicionamiento situacional, que refiere a la forma de llevar a cabo la acción educativa de formación de los recursos profesionales. (22)
Desde esta configuración, Cantú Martínez, en 2013, (16) señala sucintamente:
es necesario que el sistema educativo superior responda a los problemas reales de la sociedad actual y posibilite la participación activa de los estudiantes y docentes, para convertirse en parte de la solución, donde los actores universitarios trabajen en una cultura de colaboración que haga posible este proyecto de ética educativa (p. 61).
Su fin es conjuntar los distintos saberes disciplinares que se imparten en las instituciones de educación superior, para permear, en los futuros profesionales, los valores bioéticos, su comprensión y su aplicación a los numerosos y variables escenarios que emanan en nuestra sociedad. En otras palabras, permitirá construir un ser humano bioético, que responda lo más virtuosamente posible a su condición e impulse lo más decentemente humano en las variadas circunstancias que se suscitan en la vida y se contribuya con valores para humanizar la sociedad, proceso que Savater (23) denomina “fabricar humanidad”, y Llanos (24) dilucida de forma muy ecuánime al sentenciar:
El actual milenio en que nos toca vivir está clamando por una restitución de la sacralidad de la vida y de la solidaridad humana. Es así que en la actualidad debemos contribuir a fortalecer la bioética, para hacerla avanzar y consolidarse como una disciplina puente, respecto de nuestro futuro como planeta, entre los diferentes saberes y como una bioética activa y comprometida (p. 40).
Conclusiones
Si se parte de que la bioética como disciplina en el contexto mundial se contempla como la ética holística para mejorar las condiciones generales de vida de toda sociedad y no tan sólo a los ámbitos de actuación particular de los profesionales de la salud, se advertirá el apremio por considerar la inserción de ésta en los planes curriculares de las instituciones de educación superior, para la formación de todo profesionista de pregrado y posgrado. El propósito es incurrir, de manera cualitativa, en la futura formación de recursos humanos, que desde el posicionamiento de la disciplina de la bioética incidan en la sociedad a privilegiar el sentido de la vida comunitaria, los deberes sociales de orden público con las otras personas y afianzar el cuidado del entorno.
Por último, si las instituciones de educación superior se constituyeran, hoy en día en el mundo, en las instancias que fortalezcan los principios bioéticos, esto permitiría además fomentar el desarrollo humano. Al crear espacios permanentes de diálogo, emancipación y formación de profesionistas íntegros se logrará un mundo más humanizado y sustentable, que verdaderamente persuada y haga avanzar a la sociedad a contextos situacionales de progreso y apoyo solidario.
* Universidad Autónoma de Nuevo León, FASPyN.
Contacto: pedro.cantum@uanl.mx; cantup@hotmail.com
Referencias
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