Conductas prosociales: una revisión conceptual
KATHIA ARREOLA*
CIENCIA UANL / AÑO 18, No. 75, SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2015
¿Por qué la mayoría de las personas en las sociedades occidentales consideran el comportamiento altruista como la excepción y no la norma?
Buckmaster.
La situación de México en relación a actitudes de violación a los derechos humanos: secuestros, asesinatos, pobreza extrema, etc., no es un fenómeno de estudio reciente, y las variables implícitas en ello no se relacionan solamente con el Estado (quienes se encuentran posicionados en el poder), sino también con nosotros los ciudadanos, que contribuimos en silencio, voz, ausencia y presencia al mantenimiento de dicha situación; es decir, siendo nosotros partícipes y contribuyentes de las condiciones de nuestro país, podemos también efectuar un cambio a través de nuestras acciones sociales. Esto sin duda redirige nuestra mirada en el camino, ya no sólo clasificando como causantes a quienes se encuentran arriba, sino también a quienes nos encontramos abajo.
Al hablar de voz y presencia, no desplazo en importancia al silencio o la ausencia, que a su vez también son conductas que generan acciones que mantienen consecuencias tanto positivas como negativas, pero ese sería otro tema de estudio. Por el momento, abordaré las conductas vistas con el apelativo de positivas, las cuales recientemente han considerado los demás con un valor social básico; por definición, en el ámbito científico como conductas prosociales.
En este ensayo haré un breve análisis de la conceptualización de las conductas prosociales como fenómeno de estudio en el campo de la psicología, entendiendo que dicho fenómeno mantiene implicaciones sociales; en ese sentido deben considerarse las fronteras abiertas con otras ramas o áreas del saber, como la filosofía y la sociología.
Génesis del constructo
El término conducta prosocial se introdujo en los años setenta, después del suceso trágico del homicidio de la americana Kitty Genovese, en Nueva York, ante treinta y ocho de sus vecinos, quienes no actuaron en defensa de la joven. (1) El surgimiento del constructo teórico de conductas prosociales ha tenido una historia larga y con constantes puntos de debate, para lo cual se ha sugerido como un constructo multidimensional cuyo número de componentes continúa en duda.
Las primeras investigaciones sobre prosocialidad (2) se centraron en actos espontáneos de ayuda en situaciones de emergencia o voluntariado (donadores de sangre, de tiempo o dinero, etc.). Una opinión muy extendida es que el egoísmo es la base de cualquier interacción, que nuestra meta es maximizar las recompensas y minimizar los costes: lo que los economistas llaman análisis de costesbeneficios; los filósofos, utilitarismo; y los psicólogos, intercambio social. (3)
Aproximación conceptual
El concepto de las conductas o comportamientos prosociales lo acuñó Zamagni, (4) para aludir de modo genérico al conjunto de comportamientos que favorecen la construcción de agrupaciones sociales o de alguna forma de comunidad entre individuos, sin llegar a suponer necesariamente la existencia de relaciones altruistas. (5)
Los comportamientos o conductas prosociales propician la solidaridad y la armonía en las relaciones interpersonales, y causan beneficios personales o colectivos. Son prosociales porque, sin buscar una recompensa externa, favorecen a otras personas o grupos y aumentan la probabilidad de generar una reciprocidad positiva en las relaciones sociales consiguientes. (2)
Desde la psicología, (3) las conductas prosociales constituyen un constructo de componentes, ya que se implican varios sistemas, tanto cognitivos como afectivos o emocionales que influyen entre sí, así como variables externas (experiencia, expectativas, recompensas, factores disposicionales, factores situacionales), entendiendo que dentro de lo cognitivo nos referimos a procesos complejos de percepción, memoria, pensamiento, atención, juicio y resolución de problemas.
Influyentes de las conductas prosociales
Las conductas prosociales (6) se han identificado por la composición de variables cognitivas y emocionales. Entre las variables cognitivas destaca la relación positiva de esta conducta con el razonamiento internalizado (argumentos que incluyen la comprensión de la situación del otro, la anticipación de consecuencias, principios de justicia, bien común, entre otros) y con la empatía en su dimensión cognitiva de toma de perspectiva o capacidad para ponerse en el lugar del otro; por el contrario, la relación es negativa entre la conducta prosocial y el razonamiento hedonista. Con respecto a las variables emocionales, los autores han concluido que hay una relación negativa entre dicha conducta y la agresividad, mientras que la relación es positiva entre la conducta prosocial y la empatía en su dimensión emocional de preocupación empática o capacidad para compartir sentimientos y emociones. Por tanto, procesos cognitivos de razonamiento ante problemas sociales junto con las emociones empáticas son las variables que alcanzan una correlación positiva y sistemática con la conducta prosocial.
El desarrollo de la conducta prosocial se ha relacionado con determinantes externos, como la socialización, la educación o la interacción entre iguales. (7) Se resalta que el uno no se excluye del otro, es decir, así como los factores externos hacen posible la manifestación de dichas conductas, los determinantes personales, como factores afectivos y factores cognitivos,contribuyen en la misma medida, y no operan por sí solos, sino de manera simultánea. (7)
¿Altruismo o conducta prosocial?
En la actualidad, existe controversia con respecto a la existencia de diferencias entre una conducta prosocial y una conducta altruista o inclusive si se está hablando de lo mismo.
Kohn (1) menciona claramente varios puntos a destacar al respecto, primero dice que nosotros tendemos a “live down to”, es decir, vivimos básicamente en un sentido egoísta, y realizar conductas prosociales significa darnos a nosotros mismos, de modo recibimos un beneficio, ya sea directo o indirecto, y que decir que el acto altruista no es egoísta sería un gran error para su conceptualización; por consiguiente, lo resume en la frase “helping is like lying”.
En general, parece haber acuerdo en llamar conducta prosocial a los comportamientos voluntarios para ayudar o beneficiar a otros. Por otro lado, el altruismo implica actos prosociales llevados a cabo por motivos o valores internos, sin buscar ningún tipo de recompensa externa. (8)
Las razones que promueven la conducta prosocial pueden ser altruistas o egoístas. (7) Mientras que la motivación altruista parte del deseo de favorecer al otro, la egoísta se guía por el propio beneficio. (7)
La conducta prosocial se ha identificado más con la de altruismo, el tipo de comportamiento moral más elevado. La noción de altruismo se relaciona con la noción de justicia, de lo que es justo (por ejemplo, un individuo que contribuye a un proyecto más de lo que los demás consideran justo, puede ser considerado altruista); mas, cómo distinguir entre altruismo y conducta prosocial. La falta de acuerdo proviene de si debe tenerse en cuenta la motivación en la definición del concepto; el hecho de que la mayoría de los motivos no sean directamente observables hace difícil evaluar un comportamiento altruista. (3)
Por lo anterior, podríamos entender que existe una diferencia no esclarecida en la intencionalidad de la ejecución de un acto altruista o conductas prosociales, y esto radicaría en el interés egoísta o el interés por el servir a los demás; en este sentido, ya no nos cuestionamos sobre la altruista como una conducta conceptual y operativa independiente o ajena al altruismo; más bien, habría que cuestionar la intencionalidad de la conducta prosocial de acuerdo al interés en un sentido egoísta o altruista; de modo que ahora sería aceptar la conducta prosocial con la posibilidad de manifestarse con interés egoísta, altruista o ambos.
La conducta prosocial se considera vital para el funcionamiento de la sociedad (9) e importante en el funcionamiento social y desarrollo psicológico del individuo. (7)
Con lo anterior, considero que para la manifestación expresada de las denominadas conductas prosociales debiese existir una motivación que las conduzca o lleve a la ejecución, y es ésta la que llevaría a su clasificación como conducta altruista o conducta prosocial para muchos científicos sociales, concentrándose en los intereses personales o con beneficio al otro, sólo por el interés de realizar una clasificación para fines académicos; sin embargo, aunque estas motivaciones se orienten al beneficio del otro, uno siempre recibe un beneficio, aunque sea indirecto. En ocasiones, pudiese ser un reconocimiento por terceros, o un reconocimiento directo como el caso de un aplauso, una sonrisa o un sencillo agradecimiento. Los beneficios que se obtienen pueden ser internos o externos, en función de éstos, el altruismo se entendería como una forma enmascarada de egoísmo. (10)
De modo que para la ejecución de una conducta prosocial debemos tener en cuenta que desde su conceptualización se consideran dos términos: uno es “conducta”, una acción realizada que nos lleva a la pregunta ¿quién?, es decir, hay alguien que la realiza y el significado de dicha acción será analizado por el segundo término, me refiero al “social”; pudiese ser que la acción sea con un pensar al inicio en sí mismo, pero serán inevitables las consecuencias que traerá ese acto social, porque al expresarlo con los otros, será forzosamente interpretado por los mismos.
Como mencioné al inicio, nosotros con nuestras acciones, ya sean de voz, silencio, ausencias o presencias, generamos mensajes que dejan significados que permiten en este caso la violación de nosotros mismos en materia de los derechos humanos. Si bien en este artículo se habló de la conceptualización de conductas prosociales, las cuales en su mayoría son conocidas por ciertas generalizaciones: ayudar a una persona de la tercera edad a cruzar la calle, tirar la basura en su lugar, socorrer a una persona que ha sufrido un accidente o incluso pertenezcas a un organización no gubernamental para poder denominarte a ti mismo como un “actuante prosocial o altruista”; pero ¿qué ocurre con las situaciones que pasan todos los días en México?, ¿qué ocurre con nosotros los mexicanos? Pareciese que fungiéramos como espectadores de una realidad que construimos y compartimos, pero nos sentimos ajenos a ella para hacer algo, desde las elecciones, la participación comunitaria, la convivencia con los vecinos, la ayuda al otro en una situación de riesgo como las relacionadas con la violencia.
La pregunta ya no sería sobre los factores externos que limitan o impiden que el mexicano actúe prosocialmente, sino más bien: ¿cuáles son los factores internos que limitan al mexicano a actuar prosocialmente? , con esto no me refiero de manera crítica o general a que todos los mexicanos sean indiferentes o tengan un sentir ajeno a su realidad; sino, más bien, me concentro en quienes están ausentes y callan.
* Universidad Autónoma de Nuevo León.
Contacto: Kathia_arreola@hotmail.com
Referencias
1. Buckmaster, S. (2004). Prosocial Behavior: Helping, Sharing and Caring Behaviors. Fielding Gradute Institute. pp. 1-29.
2. Omar, A. (2000). Antecedentes y consecuencias de los comportamientos prosociales de voz y silencio. Psicodebate, Psicología, Cultura y Sociedad. 10, pp. 249-268.
3. Moñivas, A. (1996). La conducta prosocial. Cuadernos de trabajo social. 9 pp.125-142.
4. Zamagani, S. (1996). Economics of altruism. Alderhot, E. Elgar.
5. Atilano, J. & Sánchez, J. (2006). Altruismo, simpatía, comportamientos prosociales en el análisis económico. Principios. 4. pp. 55-70.
6. Cortés, M., Mestre, V., Nácher, M. & Samper, P. (2006). Conducta prosocial y procesos psicológicos implicados: un estudio longitudinal en la adolescencia. Revista Mexicana de Psicología. 23 (2), pp. 203- 215.
7. Gómez, O., Gómez, R., Martorell, C. & Ordoñez, A. (2011). Estudio confirmatorio del cuestionario de conducta prosocial (Ccp) y su relación con variables de personalidad y socialización. RIDEP. 32 (2), pp.35- 52.
8. Oliva, A., Parra, A. & Sánchez, I. (2006). Empatía y conducta prosocial durante la adolescencia. Revista de Psicología Social. 21 (3), pp. 259-271.
9. Knafo, A. & Plomin, R. (2006). Prosocial Behavior From Early to Middle Childhood: Genetir and Environmental Influences on Stability and Change. Development Psychology. 42 (5) pp. 771- 786.
10. Araque, E., Córdoba, L., García, I., García, S., García, M. & Lozano, E. (s.f) El altruismo en el ámbito universitario.
11. Candela, C., Cortés, M. & Molero, C. (1999). La conducta prosocial: una visión de conjunto. Revista Latinoamericana de Psicología. 31 (2), pp. 325-353.
12. Frías, D., Mestre, V., Tur, A. & Samper P. (2002). e.g. Jet Powered Engines. Adaptación y validación en población española del PROM: una medida objetiva del razonamiento moral prosocial. . 3, pp.221-232.
13. García, B. (2010). Razonamiento y emoción moral: su vinculación con la conducta prosocial en la etapa preescolar. Revista Mexicana de Psicología Educativa. 1 (1), pp. 21-30. 14. [Maspresupuestomaspobres]. Recuperado de: http:/ /www.nuevaeraonline.com.mx/mas-presupuesto-maspobres/#.VNu_0S41H4c