Representaciones graficorrupestres del borrego cimarrón en Nuevo León y Coahuila
JOSÉ LORENZO ENCINAS GARZA *
CIENCIA UANL / AÑO 18, No. 73, MAYO-JUNIO 2015
Extintos, los borregos cimarrones son parte de la historia local, aunque ya no habitan en las altas cumbres de los cerros, en la memoria pétrea siguen vivos; sin embargo, sus anónimos autores hace tiempo que ya no están entre nosotros, de ellos no tenemos nada, ni fotos, ni ilustraciones. Somos huérfanos de nuestra propia historia
El género Ovis apareció en Asia en el periodo Plio-Pleistoceno hace 1.8-2.4 millones de años. (1) El descubrimiento de fósiles de ovinos salvajes en el sur del continente europeo, correspondientes a la mitad del periodo Pleistoceno, indica la existencia de muflones en Eurasia desde hace cientos de miles de años. Restos óseo del Ovis ammon antiqua (Argali) muestran que hace 440.000 años el hombre ya cazaba ovinos silvestres. (2)
La filogenia de los borregos salvajes se basa en secuencias del citocromo b, de 290 muestras representativas, de la mayor parte de las subespecies descritas en el género Ovis. El resultado fue confirmado por un árbol combinado basado en el citocromo b y secuencias nucleares para Ovis, en el que con base en las muestras representativas de los datos mitocondriales se considera que no se trata de una, sino de dos especies separadas que conforman dos grupos monofiléticos (O. orientalis y O. vignei).
Sus híbridos aparecen en uno o en otro grupo, independientemente de su origen geográfico. El muflón O. musimon europea está claramente emparentado con el O. orientalis. Las especies de los demás, O. dalli, O. canadensis, O. nivicola y O. ammon, son monofiléticos.
Actualmente se pueden encontrar ovejas en casi todos los continentes, pero el área natural del género Ovis se remite a Asia y Norteamérica, y se divide en cinco especies: argalí (Ovis ammon), muflón oriental- Urial (Ovis orientalis), muflón siberiano (Ovis nivicola), muflón de Dall (Ovis dalli) y borrego cimarrón (Ovis canadensis). (3)
Los resultados apoyan un origen asiático del género Ovis, seguida de una migración a América del Norte a través del noreste de Asia, pasando por el estrecho de Bering. Las derivaciones muestran que la evolución del género Ovis es un ejemplo notable de acontecimientos de diferenciación en eventos sucesivos que ocurren a lo largo de las rutas de migración desde un área ancestral.
A continuación realizaremos un recorrido en el tiempo en el que analizaremos la ruta del borrego cimarrón desde Eurasia hasta el Continente Americano, a partir de una línea de espacio-tiempo que llega al noroeste de México, Baja California, y termina con la extinción de este mamífero en Coahuila y Nuevo León.
Borrego cimarrón en México
En nuestro país se encuentran tres de las subespecies del Ovis canadensis (figura 2). Se calcula que el número máximo de ejemplares alcanzado por la especie fue de aproximadamente 2 millones; (3) actualmente las poblaciones ocupan 4% del área de distribución histórica, y se estima una población de 25,000 ejemplares, de los cuales 6,000 se encuentran en México y el resto en los Estados Unidos. (4) En México se encuentran tres de las siete subespecies reconocidas, todas se corresponden con la variedad del desierto: O. c. cremnobates o cimarrón café en Baja California; O. c. weemsi o cimarrón rojo en Baja California Sur; y O. c. mexicana o cimarrón gris en Sonora.
Un culto milenario
Antes de la conquista de México, cimarrón era solamente un adjetivo para calificar “al que ganaba la libertad”; asimismo, otros le denominaron de este modo por el hecho de vivir en las cimas de los cerros. Los primeros explorares creían que el borrego doméstico, luego de una vida dependiente del ser humano, había recobrado su libertad, al colonizar las cimas de las montaña; de ahí el nombre de cimarrón. (5) Hay pinturas rupestres y petroglifos como evidencia de su existencia en Baja California, Sonora, Chihuahua y en una amplia zona de los Estados Unidos, y corroboran el carácter sagrado del animal para las tribus antiguas.
Para los seris, el cimarrón, o como ellos le llaman: mojet, tison o ziix hast iti quiih, desde tiempos ancestrales ha sido un animal clave en su mitología y cosmovisión. Hay evidencias (restos óseos) de la presencia de estos animales en Tula, Hidalgo, lo cual supone que hubo un intercambio de productos de muy alto valor entre pobladores del centro y norte de nuestro país. (6) Sólo por comentar, el punto geográfico más cercano con evidencia de borrego cimarrón se ubica en el poniente de Nuevo León y el sur de Coahuila.
En la mitología kiliwa, el borrego es sagrado porque está hecho de la carne de las pantorrillas de “Meltíipá”, el coyote-gente creador del mundo para ese grupo indígena bajacaliforniano. Para ellos, el animal era tan fuerte que cuatro de ellos fueron puestos en las cimas de su mundo, en cada uno de los puntos cardinales. Con la llegada de los europeos a la península baja californiana comenzaron las leyendas alrededor de este mamífero. El padre jesuita alemán Juan Jacobo Baegert escribió en 1772 las “Noticias de la península americana de California”, donde acota lo siguiente: “En las cumbres más altas de la sierra que atraviesa California de Sur a Norte, hay animales que son enteramente iguales a nuestros borregos, salvo los cuernos que son muy gruesos, más largos y mucho más encorvados”. (7) En el norte de México abundaron, hasta finales del siglo pasado, algunas etnias como las cochimíes, yumanos, kumiai, cucapá, pai-pai y los kiliwas, las cuales continúan llevando a cabo rituales en torno al óvido: uno de ellos es la danza del borrego, seguramente ejecutada como una plegaria para la buena caza, ya que era un alimento esencial en su dieta. En su danza, llamada “kuri-kuri”, se reúnen las comunidades indígenas a cantar y a bailar toda la noche; realizan, además, ceremonias de Temazcalli, una especie de ritual de purificación del cuerpo y del alma de las personas. En esta danza comunican elementos de su ancestral sistema de creencias, en un intento de comunicar el esplendor de la vida silvestre y un mensaje con nuestro medio el ambiente natural y las especies nativas. Es muy probable que la danza del borrego cimarrón diera origen a rituales como la danza del venado, que se baila actualmente en los estados de Sonora y Sinaloa.
Estas danzas han quedado en la memoria y las practican personas ancianas; sin embargo, para preservar la tradición, y a manera de respeto con los antiguos rituales, tanto niños y jóvenes las aprenden de los ancianos. En la ejecución de la danza se utilizan cabezas de borrego cimarrón, se pintan los cuerpos y se visten con pieles, en un baile ritual que se verifica en un solo acto y consta de tres escenas.
El borrego cimarrón en la gráfica rupestre de Nuevo León y Coahuila
Por miles de años, el borrego cimarrón habitó en amplias zonas de los estados de Nuevo León y Coahuila. Fue en los terrenos accidentados y cañones donde este mamífero encontró el hábitat ideal para vivir. Actualmente, es una de las piezas más cotizadas por los cazadores profesionales, por lo que lleva implícita una enorme carga simbólica que convierte al cazador que obtenga una pieza de borrego cimarrón en un auténtico campeón.
Bajo la lógica de la sobrevivencia, cazar un borrego cimarrón para los antiguos grupos de cazadores prehistóricos era como un trofeo de caza que le daba un estatus importante. Por muchas razones, este trabajo no pretende revivir fantasmas, más bien busca dar a conocer la existencia en la región de estos animales que se han perdido en el tiempo, de la misma manera que los autores de estas magníficas manifestaciones rupestres.
Hace miles de años, el borrego formaba parte de la dieta de los antiguos grupos de cazadores recolectores y seguramente se relacionaba con algún culto totémico; asimismo, con el culto solar y las estrellas. Resulta incomprensible que sólo queden como prueba de su existencia las cornamentas, y que tanto los autores de las pictografías y los borregos cimarrones ya se encuentren extintos en esta región de México. Razón por la que es de suma importancia tomar en cuenta aquellos puntos donde han quedado vestigios de su presencia, por la gráfica rupestre, ya que estas zonas históricamente fueron el hábitat de esta especie. El último borrego cimarrón fue cazado en Coahuila en 1941, específicamente en la Sierra de la Gavia, conocida también como La Muralla, cadena montañosa ubicada en los límites del municipio de Ramos Arizpe y Castaños.
En tanto para 1943, en las cercanías de Mina, Nuevo León, a setenta kilómetros de Monterrey, se cazó el último borrego salvaje del noreste de México. La primera referencia de la presencia de esta especie, en las manifestaciones graficorrupestres, se remonta a los trabajos de William Breen Murray.8 Estas investigaciones se llevaron a cabo hacia finales de los años setenta y principios de los años ochenta, en el sitio llamado San Bernabé, ubicado muy cerca del Cerro de la Popa. El prolífico investigador de origen estadounidense, y ávido explorador de los cañones y serranías, encontró varias manifestaciones rupestres en las que se detalla la cornamenta del borrego cimarrón.
Desafortunadamente, hoy en día en este sitio está prohibido el paso de la gente debido a que en éste se ubica un confinamiento de desechos tóxicos (Rimsa), triste destino de un sitio emblemático en la investigación del arte rupestre en el noreste de México.
Las investigaciones de William Breen Murray y el acervo fotográfico que posee del lugar constituyen un testimonio del sitio que ha quedado enclaustrado en los cañones y crestas rocosas de Mina, Nuevo León. Pocas personas han investigado a detalle la presencia del borrego cimarrón en el noreste de México; sin embargo, los esfuerzos de Rufino Rodríguez, José Flores Ventura y Ariel Colín, radicados en la ciudad de Saltillo, Coahuila, han documentado más de una docena de puntos con gráfica rupestre del óvido.
Alejandro Espinoza, biólogo de profesión e investigador de la empresa Cementos Mexicanos (Cemex), se ha dado a la tarea de recorrer algunos puntos del oriente de Coahuila y el poniente de Nuevo León en busca de sitios arqueológicos con manifestaciones rupestres de cornamentas de borrego, con la finalidad de implementar un programa de reintroducción de los cimarrones a su antiguo hábitat natural.
Los resultados han sido muy favorables, pues el carnero salvaje ya se reintrodujo en algunos puntos de la serranía del estado de Coahuila. Mención especial merecen Alejandro Arizpe y José Armando Martínez, quienes han documentado algunos sitios con presencia de manifestaciones rupestres de este mamífero; el primero agrónomo y el segundo ingeniero mecánico, ambos poseen un acervo fotográfico bastante amplio de algunos espacios donde retratan los trazos de los antiguos pobladores de Nuevo León y Coahuila.
Sitios arqueológicos donde hay manifestaciones rupestres de borrego cimarrón
Coahuila
· Fraustro
· Nacapa
· Cañón de Eslabones
· La Puerta
· Huizachal
· Cerro Bola
· El Forlón
· Puerto Cardonal
· Ojo Frío
· La Campana
· Cañón de la Rata
Nuevo León
· San Bernabé
· Presa de la Mula
· Los Gemelos
· Puerto del Indio
· El Delgado
· Boquilla Flores
· Icamole
· Chiquihuitillos
· Carricitos
· La Popa
· El Marrón
· Nacataz
· Los Fierros
· El Falsete (ejido El Delgado)
· Cerro Ramos-Ojo Frío
· Chupaderos del Indio
La región donde se encuentran los motivos rupestres asociados al borrego cimarrón se localiza en las serranías del oriente de Ramos Arizpe, en Coahuila; asimismo en la zona poniente de Mina y García, en Nuevo León.
Se trata de una porción de la Sierra Madre Oriental, cuya orografía se caracteriza por barrancos y lomeríos con pendientes bastante escarpadas, un punto ideal para el borrego, tomando en cuenta otros lugares, específicamente en las sierras de Sonora y la Península de Baja California. Mientras que en la zona noroeste de México los antiguos grupos de cazadores pintaban el cuerpo completo del mamífero, en algunos sitios como Coso Range, en California, las antiguas tribus plasmaron la figura del cimarrón en la roca y su cornamenta de borrego.
Cornamentas sagradas
En el noreste de México los antiguos artistas solamente grababan la cabeza y la cornamenta del óvido, sólo en un caso hay evidencia de una pintura rupestre de una cornamenta de borrego, y ésta se encuentra en la zona arqueológica de Chiquihuitillos, el punto más al norte de la zona borreguera documentada.
Los sitios se sitúan principalmente en las vertientes del Río Pesquería y el Arroyo Patos, que luego toma el nombre de Río Salinas. El lugar conocido como La Campana se ubica a 25 km del área poblada de Ramos Arizpe y Saltillo. En cuanto Nuevo León, Nacataz, en García, se encuentra frente a la zona más alejada de la zona poniente del área metropolitana de Monterrey. Los petroglifos los podemos dividir en varios estilos:
En cuanto a la similitud con otros sitios de manifestaciones rupestres, es fácil encontrar semejanzas con los motivos de este animal plasmados en la zona del Coso Range, en California, por lo que dedujimos que para los antiguos grupos de cazadores recolectores la cornamenta y cabeza del borrego tenían una enorme connotación mágica-religiosa, pues podía representar la virilidad y la fuerza.
Para algunos investigadores, como Alan Garfinkel y Stephen B. Andrews, las manifestaciones rupestres relacionadas con el borrego cimarrón se relacionaban con las prácticas de los chamanes, y se trata de metáforas para el buen resultado en la cacería; los estudiosos parten de la premisa de que el borrego formaba parte importante de la dieta de los antiguos cazadores, por lo que tenían que recurrir a los rituales para obtener un buen resultado. (9)
Las astas y cornamenta desde tiempos inmemoriales han sido símbolos importantes en la historia de muchas culturas. La evidencia arqueológica abunda bastante y demuestra que las antiguas civilizaciones utilizaban las astas y cornamentas como símbolos religiosos, y su creencia posteriormente pasaría como mito a las sociedades más complejas, para luego ser piedra angular de las creencias religiosas de civilizaciones como la asiria o la egipcia.
En algunas culturas del Hemisferio Norte, las cornamentas se relacionan con la luz del Sol y representan el renacimiento después del solsticio de invierno. Tanto en los Estados Unidos como en el noreste de México, encontramos infinidad de grabados de borrego cimarrón junto a manifestaciones rupestres que representan el arsenal para cazarlo. En este caso se trata del átlatl, un arma arrojadiza muy eficaz en la cacería de los cérvidos y óvidos.
En el sitio El Delegado se observa más de una docena de átlatls ubicados en la parte alta de la serranía, donde seguramente los grupos de cazadores se apostaban en espera de la llegada de sus presas: los venados y el borrego cimarrón, que se encuentran grabados en las rocas ubicadas justo al lado del cauce de agua.
En el sitio Paso de Guadalupe, un petroglifo sobresale del conjunto de manifestaciones rupestres, se trata de una figura antropomorfa que aparentemente lleva una cornamenta en la cabeza, como si ejecutara una especie de danza ritual.
La relación del borrego cimarrón con el firmamento lo podemos ilustrar en la mitología kiliwa ya citada, y que bien abordaría un episodio relacionado con la cacería. Ya casi al final del mito kiliwa, los borregos desaparecen y se convierten en la constelación, conocida entre los pueblos yumanos como «El Borrego», que corresponde a Espada de Orión en la astronomía occidental. Esa parte de Orión que sale de la gran estrella Betelgeuse y que podemos denominar «la maza» es para los kiliwa “los borregos de la montaña”. (5) La tradición oral de los antiguos pobladores de Baja California nos muestra la relación profunda entre la caza y las estrellas. Nos recuerda, asimismo, una especie de código sagrado entre los cazadores del desierto, que consiste en compartirlo todo, hasta la abnegación, sobre todo con los muy jóvenes o muy viejos. Hoy en día, los pocos kiliwas que sobreviven en nuestros días aún creen que si uno no comprende que la bóveda celeste descansa en las cornamentas de los borregos cimarrones, entonces no ha entendido nada. (10) En varios sitios como Eslabones, Forlón, en Coahuila; y Los Gemelos, Marrón e Icamole, en Nuevo León, se localizan petrograbados de cornamentas asociados en grupos de tres, o junto a tres círculos que serían la representación de Orión, lo que puede ser una representación del mito de los kiliwas.
* Grupo Milenio.
Contacto: nichocolombia@mail.com
Referencias
1. Kordos, L. (2000). Fossil ovinae in the Carpathian basin. International. In: Proceedings of the third International Symposium in Mouflon, ed. Náhlik A y Uloth. Sopron, Hungary, pp. 98-102.
2. Rivals F. et al. (2006). The Middle Pleistocene argali (Ovis ammon antiqua) assemblages at the Caune de l’Arago (Tautavel, Pyrénées-Orientales, France): were prehistoric hunters or carnivores responsible for their accumulation. Artículo en línea, 3 de octubre 2014.
3. Lee, R. (1989). The Desert Bighorn Sheep in Arizona. The University of Arizona Press. Tucson.
4. Instituto Nacional de Ecología (2000). Estrategias de conservación en México para el borrego cimarrón (Ovis canadensis) y el berrendo (Antilocapra americana)
5. Tapia Landeros, Alberto. (1997). Cimarrón: del culto a la cultura del borrego. Universidad de Baja California.
6. Valadez Azúa, Raúl. (2003). La domesticación animal. UNAM-Plaza y Valdez Editores.
7. Baegert, Juan Jacobo. (1942). Noticias de la Península Americana de la Baja California. Ed. José Porrúa e Hijos.
8. Murray, Breen. (1999). San Bernabé, Nuevo León: lugar de cazadores. En: Expresión y memoria: pintura rupestre y petrograbados en las sociedades en el norte de México. Instituto Nacional de Antropología e Historia.
9. Garfinkel et al. (1982). The Identification of Prehistoric Aboriginal Groups through the Study of Rock Art, in Pictographs of the Coso Region Bakersfield College Publications in Archaeology No. 2, Bakersfield, pp. 67-78.
10. Tapia Landeros, Alberto. (2008). Homo Ovis. Universidad de Baja California.