El Hiroshi Ishiguro regio

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ZACARÍAS JIMÉNEZ

CIENCIA UANL / AÑO 18, No. 72, MARZO-ABRIL 2015

Corrían rumores de que en la Unidad de Desarrollo de Instrumentos Científicos y Tecnológicos (UDICyT) de la UANL se fabricaba un robot (el B27) androide a imagen y semejanza de un maestro egresado de la benemérita Facultad de Filosofía y Letras, como una muestra de que el alma máter estaba a la vanguardia en ciencia y tecnología. Todo quedó claro cuando se realizó un sorteo y el afortunado fue precisamente el doctor en ontología: Felipe K. Anaya y Ladrón de Guevara, quien aquella a noche lúgubre necesitaba relajarse para estar en condiciones de exponer las catorce conferencias de la semana (hubieran sido más, pero le rebotaron dos recibos de honorarios que no entraron a tiempo en la tesorería, cosas de la burocracia, ya saben). Le preocupaba la actitud de facinerosos sicarios pródigos en falaces amenazas que le habían dado un ultimátum: “Atento Señor Jelipe Canalla, sírvase cooperar con la Organización, siempre preocupada por su bienestar. Sea listo como fue en la escuela, donde nomás sienes sacaba”. El atrevido mensaje lo firmaba “El Chiquirriquis”. “Me da muina que ni siquiera sepan escribir mi nombre esos carajos”, pensó Felipe, “la culpa la tuvo mamá al ponerme como segundo nombre Kurt”, al que en la primaria trocaban las letras.

La ciudad estaba asolada por los mafiosos, el crimen organizado y uno que otro político, sólo la alta

tecnología al servicio de la ley atenuaría la difícil situación de los habitantes.

—¿Y yo? –se preguntaba Felipe.

—Calmantes montes – le dijeron sus amigos los físicos, José Luis Comparán y Javier González, cuando acudió a su cita en la UDICyT.

—Mira –dijo Comprarán y le extendió una revista en la que una nota hablaba del japonés Hiroshi
Ishiguro, un investigador que había creado un androide a su imagen y semejanza, el cual se encargaba de impartir conferencias en Osaka, mientras Hiroshi las realizaba en Tokio.

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—Nosotros hemos creado algo similar, claro que éste al principio dependerá de un ordenador, pero luego adquirirá independencia –le aclaró Javier González–. Durante la Semana Santa de 2014 hemos creado en la UDICyT el robot que te ayudará a estar siempre presente en tu labor de conferencista en las universidades y prepas, sin importar si te programan al mismo tiempo en dos lugares diferentes y a la misma hora.

—Te presento a tu hermano gemelo – le dijo Comparán acto seguido. Felipe palideció al oír el “hola” del robot, quien al mismo tiempo le extendió la mano.

––Oye, Pipe –dijo Javier–, como será una prueba piloto, trata de ser discreto, mientras vemos resultados.

—Pierdan cuidado, mamá es muy discreta, mis hijos ni me visitan y mi mujer casi no me habla desde que se cambió a la religión del penúltimo día.

—Serás el Hiroshi Ishiguro regio –aseveró Comparán.

A partir de entonces, Felipe hubo de ocupar cargadores para que lo auxiliaran con una caja similar a un ataúd; éstos llegaban temprano, provocando el enojo de Vilma, quien por lo mismo no supo bien a bien en qué trances andaba su marido.

Una semana después, el alter ego de K. Anaya impartía en la prepa Álvaro Obregón la conferencia “Cómo matar ballenas a cachetadas en el Polo Norte”, mientras Felipe K. presentaba el libro Cactáceas de Nuevo León, de destacados biólogos locales, en la Prepa 16. La tecnología de punta resolvió el problema laboral, pero no el de seguridad, pues una noche a Felipe se le olvidó guardar el robot, y éste salió a la calle, donde tuvo un encuentro con el feroz Chiquirriquis. Apenas verlo, el sicario espetó palabras obscenas a quien supuso era Felipe K. Anaya. El robot no detuvo su marcha, aunque contestó lacónico y seguro:

—No haré daño a ser humano, pero a las bestias … de volada.

Se ignoran las razones por las que el robot traía la billetera de Felipe en el bolsillo de la camisa, y si cuando el cajón está abierto hasta el más honesto es ladrón, ¿qué se podía esperar de una rata como el Chiquirriquis?

––Presta para la orquesta –le dijo el muy descarado y le arrebató la billetera.

—Presta… ni mothers –respondió el robot, y la recuperó. Luego repitió–: no haré daño a ser humano, pero a las bestias … de volada –y diciendo y haciendo.

Ante la embestida, el Chiquirriquis huyó, despavorido, no sin escuchar la reprimenda de una anciana que pasaba por el lugar en ese momento:

—Querías agarrar pinchón y te salió gavilancillo, méndigo.

Y el Chiquirriquis tiró el arpa y se fue a dar lata a otra parte. Para buena suerte de Felipe, por esos días, la Marina, en una de sus “exitosas redadas”, aprehendió a los secuaces del Chiquirriquis en la Colonia Mitras Centro, en Monterrey, antiguo domicilio de nuestro personaje. Sin embargo, los problemas mayores quizá apenas comenzaban. Canalladas de la vida. Vilma, su esposa, creyó que Felipe la engañaba, porque éste, a partir de cierto día, comenzó a llegar a casa por la madrugada; lo estigmatizó, sin saber que él asistía con frecuencia a la UDICyT. Comparán y Javier le habían comunicado que paulatinamente perfeccionarían el androide, el cual cada vez mostraría cualidades netamente humanas (si los recursos fluían, no tardaría tanto como el hombre bicentenario), al grado de que el propio Felipe dudaría quién había nacido del vientre de su madre, si él o el robot. La situación requería tiempo, disciplina y esfuerzo, lo cual no comprendió Vilma. Un día, en el colmo de los colmos, Felipe encontró su ropa tirada en la calle. Hubo todavía de sentir más rabia cuando Vilma, en su propia cara, le quemó unas camisas: “Lárgate con tus perras, allá ellas que te den de comer”, le gritó super indignadísima.

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Felipe, siempre bueno y sencillo, trabajador como un buey, recogió sus garritas y tuvo que marcharse a un hotel junto con su Otro Yo, sin sospechar que Vilma, más temprano que tarde, entablaría una demanda contra él por abandono de hogar. Sin embargo, sucedió lo que ninguno de los dos esperaba: aunque el robot estaba programado para regresar al hotel después de impartir las conferencias, en varias ocasiones regresó por sí mismo al domicilio conyugal de su dueño, para denuesto de Vilma, quien lo maldecía y a la vez quedaba sorprendida de que el robot se pusiera a lavar los platos en lugar de responder a los agravios. Era la desventaja de no haberse interesado nunca en qué guardaba su marido en la caja que transportaba cuando salía a cumplir sus labores habituales.

El robot se había humanizado tanto que hasta sus conocidos, en ocasiones, ignoraban quién era el verdadero Felipe; y Vilma, que batallaba hasta para saber quién era ella misma, se confundía aún más; aunque tuvo la astucia necesaria para ponerse de acuerdo con una amiga para que se besara con el robot. La mujer no sólo lo besó sino que se desnudó y… (censurado en el original por la Vela Perpetua y el comité editorial).

Vilma tomó las fotos suficientes para demostrar el adulterio y conseguir el divorcio. No se molestó ni en llevar ella el documento, su abogado consiguió la firma del robot, programado no sólo para impartir las conferencias, sino para firmar cheques y recibos de hacienda (tan en boga hoy hasta para que te paguen los chicles). Vilma y el robot quedaron divorciados; y se cuenta que cuando ella quiso desalojarlo, el robot la empujó, y aunque después se supo que a la mujer le había gustado, no hubo atenuante para tan reprobable acción, misma que tuvo consecuencias desfavorables para el alter ego de Felipe.

En la demanda ante el Ministerio Público, Vilma cayó en la cuenta de que Felipe y ella seguían casados; sin embargo, ante la ley el robot quedó signado como una criatura de peligro para la sociedad.

—Habrá que quitarlo de circulación, compadre – dijo Javier González al Dr. Comparán–, dado que trastocó la primera ley de la robótica, a decir del maestro Asimov.

Y como en la vida pagan robots por pecadores, el Otro Yo de Felipe K. fue recluido en un sótano de la UDICyT. Felipe, ya divorciado de Vilma y con base en la causal de la ley civil “a) cuando los nombres sean ridículos, risibles o menoscaben moral o materialmente al solicitante”, cambió su apelativo por el de Esteban Dido Mata; poco o casi nada convive en sociedad, y como a Juan Charrasqueado, sólo su madre lo recuerda con cariño.

Epílogo

Últimamente se rumorea que en la UDICyT se fabrica otro robot (el B28plus), que ha de ser alter ego del siguiente alcalde de San José de Canoas City, uno de los pocos políticos que acostumbran estar presentes en todos los espacios al servicio de su comunidad. Pronto saldremos de la duda, aunque el Dr. Roberto Rebolloso, en conferencia con el PIIR (Partido de Intelectuales Indefensos pero Revolucionarios), ha hecho votos por la pertinencia de la espera. Pero esto ya es otra historia.

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