Trabajar e investigar las desigualdades: la carrera académica, docente y de vinculación de la doctora Laura Flamand

María Josefa Santos-Corral*

CIENCIA UANL / AÑO 28, No.133, septiembre-octubre 2025

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Laura Flamand tiene una licenciatura en Política y Administración Pública por El Colegio de México (Colmex); una maestría y un doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Rochester en Estados Unidos. Fue estudiante doctoral visitante en la Universidad de Oxford. Desde 2012 es profesora titular del Colmex y a partir de 2017 es la coordinadora general de la Red de Estudios Sobre Desigualdades. Sus áreas de especialidad son desigualdades y evaluación de políticas sociales, de salud, educación, medio ambiente, públicas y de género; sobre estos temas ha publicado libros, capítulos de libro y numerosos artículos. Asimismo, ha participado en más de 30 proyectos de investigación desde la perspectiva de las ciencias sociales con financiamiento externo. La doctora Flamand es docente tanto en temas metodológicos como en análisis y evaluación de políticas públicas, y ha impartido cursos y dirigido a estudiantes de posgrado. Ha obtenido varias distinciones, entre las que destaca investigadora principal en el consorcio Mecila en Sao Paulo, Brasil, ser seleccionada por convocatoria pública para desempeñarse como consejera en la Coordinación Nacional de Evaluación de la Política de Cambio Climático del gobierno federal en México y ser invitada a presidir el Consejo de Intersecta, una organización feminista mexicana que impulsa el ejercicio igualitario de los derechos humanos.

¿Cuándo descubre su vocación por la investigación?

Crecí en un ambiente propicio para pensar en ella. Mis padres tenían antecedentes en el tema, laboraban en hospitales de alta especialidad; mamá era enfermera y papá médico cirujano. También mis abuelos, aunque de una manera más empírica, pues se dedicaban a hacer intervenciones sociales desde el gobierno en los años cincuenta. A ellos les tocaron las primeras campañas de vacunación en el estado de Hidalgo, los desayunos escolares y una variedad de actividades de apoyo social. Creo que de ahí me viene la idea de que la labor comunitaria, ligada a la gubernamental, puede hacer diferencia en la vida de las personas. Ellos nunca se preguntaron si valía la pena darles desayunos escolares a estos niños, estaban siempre muy orgullosos de lo que hacían. Por otro lado, mi papá, si bien se dedicó más a la gestión y a la práctica médica, hizo mucha investigación durante su especialidad, incluso publicó en revistas académicas.

Entonces, desde muy pequeña era frecuente escuchar frases del tipo “estamos terminando el protocolo de investigación para los residentes nuevos”, “ya ingresó la nueva generación de especialistas de enfermedad pediátrica” y cuestiones por el estilo. Sumado a ello, me encantaban las novelas policiacas de Arthur Conan Doyle, en las que Sherlock Holmes estimulaba mi capacidad lógica y de deducción a partir de preguntas como: ¿quién había sido el asesino?, ¿cuál era el móvil?, y hasta ¿qué significado tenía que cierto personaje entrara por una puerta y no por otra? Y bueno, considero que de ahí me viene el afán por investigar. Cuando estudié la licenciatura en el Colmex, donde laboro ahora, también me deslumbró la figura de las y los profesores que dedican gran parte de su tiempo a hacer investigación sobre diversos tópicos que me parecían muy relevantes, como la historia de los partidos políticos o la política social. Así que, aunque ingresé a la licenciatura pensando en ser funcionaria, en el Colmex se abrió la puerta de la investigación con el doctor Luis Aguilar Villanueva, quien me impulsó a hacer un posgrado en el extranjero. Asunto para el cual mis papás y abuelos me motivaron.

 

 

¿Qué la motiva a decantarse por las desigualdades?

Aunque a la distancia se ve claro, al principio de mi carrera no lo era tanto. Lo primero que me interesaba era la ciencia política, muy vinculada a la intervención gubernamental, específicamente a las políticas públicas, tema sobre el que hice mi doctorado, ligada a cómo cambió el sistema federal en México cuando las elecciones se volvieron más competitivas en los años noventa. Después llegué a mi primer trabajo como profesora en el Colef, en Tijuana, donde las primeras invitaciones que recibí para participar en proyectos y clases eran menos de ciencia política y más de política pública con un componente regional.

Comencé a colaborar con una compañera economista, Sárah Martínez Pellegrini, en 2004, en un proyecto financiado por Conacyt de aquel momento y la Secretaría de Gobernación, que se planteaba construir un índice de desarrollo municipal con un componente que rastreara cómo funcionaban las instituciones gubernamentales, además de los indicadores más tradicionales de niveles de ingreso, acceso a la salud y a la educación. Esa investigación me reveló las enormes brechas entre los municipios en México: algunos presentaban índices de pobreza extrema que se equiparaban a los de los países más vulnerables de África; mientras que otros en la CDMX tenían datos semejantes a los de paises europeos.

Ya en el Colmex, me invitaron a participar en un proyecto muy grande en el cual debía evaluar el funcionamiento del Seguro Popular, indagar la manera en que se respondía a la implementación descentralizada de ese programa. ¿Por qué funcionaba mejor en unos estados que en otros? Ahí encontramos que, si bien los apoyos se parecían, las condiciones de partida en infraestructura y de las personas aseguradas eran muy distintas. El apoyo llega a lugares con diferentes necesidades, situaciones asimétricas y capacidades gubernamentales desiguales.

En 2015, cuando arribó la primera mujer a la presidencia del Colmex, la doctora Silvia Giorguli, y me invitó a trabajar con ella en la Coordinación General Académica, un pequeño grupo de colegas comenzamos a pensar en líneas que pudiesen ser interesantes a todo el claustro de El Colegio, pero que, además, fueran pertinentes socialmente. Ahí incluimos la desigualdad, yo le agregué el plural, desigualdades, para que no se centrara en el ingreso, que era lo que, en aquel entonces, se estaba trabajando muchísimo. El tema fue muy conveniente pues se podía estudiar desde varias disciplinas: historia, sociología, relaciones internacionales, etcétera.

¿Cómo comienza a involucrarse con actores de distintos ámbitos de la sociedad?

Otra vez fue un proceso muy natural, debido a dos factores: mi formación y las personas que me criaron que eran funcionarios públicos. Recuerdo que, desde la preparatoria, en la clase de psicología, fuimos a hacer entrevistas a unas estancias infantiles públicas, privadas y a vecinas que cuidaban niños en su casa en lugar de llevarlas a la guardería. Luego, durante la licenciatura, también hice trabajo de campo para mi tesis que, al ser sobre políticas públicas, tenía que estudiar, platicar y revisar los datos de los beneficiarios y del funcionariado. Lo mismo ocurrió en el doctorado, acerca del federalismo, específicamente la manera de operar de los programas gubernamentales en diferentes contextos. Así que tenía que hacer entrevistas con funcionarios, aunque en aquel momento me involucré menos con las personas beneficiarias.

Ya en el Colef y más tarde en el Colmex participé en proyectos de evaluación de políticas públicas, lo que necesariamente me vinculaba con distintos grupos. Era la época en que la política social en México y en América Latina estaba muy ligada a organizaciones de la sociedad civil. En el Seguro Popular, por ejemplo, mucho tiempo hubo un instrumento que se llamaba Aval Ciudadano, encargado de monitorear cómo funcionaban las unidades médicas. Asimismo, cuando laboré en el Coneval entrevisté a quienes operaban el programa a diferentes niveles y tuve que aprender a dialogar y hacerme útil a esas personas, de tal forma que la investigación tuviera incidencia.

¿Cómo ha construido sus redes para participar y coordinar proyectos de evaluación?

Creo que fue un poco de crianza y de formación, pues al estar mi familia orientada al sector salud, han sido personas metódicas, sistemáticas y muy disciplinadas. Lo anterior tiene muchos beneficios si eres estudiante de pregrado, de posgrado y luego investigadora. Pronto aprendí que los proyectos de investigación eran más potentes si los hacíamos en grupo y más si eran multidisciplinarios. Para ello se requiere trabajar de manera sistemática, meticulosa y buscando que todos se beneficien, hay que abrir espacios de creatividad. Tienen que planearse muy bien y con cierto control, pero sin menoscabo de la inventiva de las personas porque, de lo contrario, los investigadores y estudiantes no disfrutan participar.

Desde muy temprano en mi carrera académica me tocó interactuar con gente que lideraba proyectos grandes, por ejemplo, el doctor Enrique Cabrero en el CIDE y Laura Velasco en el Colef, y me di cuenta de que eran muy hábiles para fomentar la curiosidad. Ese tipo de trabajo me gustó. Después tuve oportunidad de coordinar programas siendo relativamente joven, como el del índice de desarrollo municipal, en el que de las tres personas involucradas yo era la menor y la única con doctorado, por lo que cuando lo registramos, me vi en la necesidad de que quedar como responsable técnica a mis 30 o 31 años, aunque lo hicimos de manera colegiada Sárah Martínez, Alberto Hernández y yo, fueron mis pininos en liderar un proyecto así y me encantó.

Otras veces me ha tocado coordinar con alguien más o ser participante y que otro dirija. Me gustan dichas modalidades también. He aprendido mucho de trabajar en grupo, con gente más grande que yo, con más experiencia, con menos y desde diferentes disciplinas.

 

¿Qué reto supone trabajar en proyectos con aplicaciones sociales?

Son más complicados porque hay varios actores involucrados. Por un lado tienes a alguien que patrocina el estudio con ciertas necesidades y propósitos. Luego están las personas beneficiarias del programa o de la política pública en particular. Otro grupo son los compañeros, el equipo y, si es pertinente, el alumnado involucrado. Además, como soy investigadora en el Colmex, tengo que cumplir con mis publicaciones, lo mismo que en el SNII. Esto último me costó trabajo. Creo que me tardé más de cuatro años en entender que tenía que ser capaz de enganchar los resultados

de corto plazo que pedían dichos proyectos con mi agenda de investigación y mi producción académica. Entonces intenté ser lo más cuidadosa posible para que las invitaciones que me hacían a participar o dirigir programas con financiamiento externo, embonaran en mi área de expertise, claro, haciéndola crecer un poco. Comprendí que puedo llevar a cabo propuestas con cierta incidencia social, vinculándolas con mi producción académica y práctica docente.

Otro asunto es que en ocasiones juega una la figura de consultora, y también tienes que aprender a precisar los planes de quien contrató o está patrocinando, porque no necesariamente tienen tan claro qué es lo que quieren y cuál es el alcance. Aprendí muy pronto a establecer la diferencia entre visibilizar un tema o incidir, son dos cosas que implican tiempos distintos. Hay que dialogar con el patrocinador sobre lo que se puede o no hacer y no siempre ha sido fácil. Pero yo estoy muy contenta porque muchas de mis amistades más sólidas surgieron de mi trabajo en proyectos. También he procurado, y creo que lo he logrado con éxito, ser lo más transparente posible en las cuestiones presupuestales.

¿Cómo se enriquecen sus investigaciones y su práctica docente al participar en ellos?

Me gusta muchísimo la docencia. Comencé muy chica en preparatoria dando clase de oratoria a niños. Fueron mis pininos. Después, en el doctorado en Estados Unidos, parte de los requisitos al obtener el grado es que impartas al menos una asignatura, primero como asistente y luego como titular. La docencia siempre me ha parecido super estimulante, procuro hacerla lo más interactiva posible, desde lo que se llama coconstrucción del conocimiento.

Al principio, al planear mi clase, debía pensar en un ejemplo muy concreto de cómo acompañar la parte conceptual, más abstracta, porque entonces no tenía tanta experiencia en investigación, me acababa de doctorar. Con el tiempo, pues sí, preparo la sesión y tengo un ejemplo, pero en el diálogo con el grupo se me ocurren un montón de cosas de mi experiencia de alrededor de 21 años que, sumados a los del doctorado, son casi 25. ¡La mitad de mi vida haciendo investigación!

Siento que eso me fortalece muchísimo como docente. Siempre digo a mis alumnos de diseño de investigación o seminario de tesis que “mi única ventaja sobre ustedes es que me he enfrentado a la nebulosa de un tema nuevo más veces, y me es igual de confuso, sólo que yo ya sé un poquito cómo caminar y tengo la experiencia de haber salido numerosas ocasiones de ella. No es un ejercicio lineal y voy a acompañarlos si se atoran”.

Por otro lado, me gusta mucho dirigir tesis. Al principio pensaba que la profesora o el profesor tenía su estilo y a todos los guiaba igual, ahora creo que se asemeja un poco a bailar en pareja: te tienes que adaptar y acomodar a tu alumno en su circunstancia. Bueno, en el Colmex la verdad he tenido muchísima fortuna, me han tocado excelentes estudiantes. Con ellos me vuelvo especialista en diversos temas y eso me gusta.

 

¿Qué le ha dado El Colegio de México a la doctora Flamand y usted que le ha aportado al Colmex?

Pues mira, El Colegio para mí ha sido siempre un espacio de desarrollo, desde que era estudiante, y en los casi 17 años que llevo ahí como profesora; un crecimiento académico, humano y social. Llegué cuando el doctor Javier Garcíadiego era presidente, empezaba el cambio generacional, fui parte en la primera ola. Me ha tocado recibir a muchos colegas en el Centro de Estudios Internacionales (CEI) al que me encuentro adscrita y en otros centros. Colaboro con personas muy diversas, prácticamente he escrito o impartido clase con todas las personas del CEI de mi generación y más jóvenes. Estoy muy agradecida por el modelo Colmex. He aprendido tanto de mis compañeros y como del estudiantado.

Por fortuna, más o menos la mitad del tiempo que he estado en El Colegio he tenido posiciones de gestión académica. Me tocó coordinar las licenciaturas de Relaciones Internacionales y Política de Administración Pública, cuatro o cinco años. Fue una labor muy cercana a los alumnos y al profesorado. Me dediqué a institucionalizar y documentar muchos de los procesos que seguíamos. Esta actividad se ha fortalecido en las siguientes gestiones de manera que los procedimientos son menos artesanales, más codificados y claros.

Por otro lado, el tiempo que estuve trabajando en la Presidencia, en la Coordinación General Académica, creo que fue una oportunidad de devolverle mucho a El Colegio en términos de creatividad, y hubo espacio para hacer varias cosas. Lanzamos de manera colegiada la Red de Estudios Sobre Desigualdades, montamos el Programa Internacional de Verano, el de postdoctorantes propio del Colmex, el modelo de igualdad de género con un diagnóstico del cual acaba de salir la segunda versión, donde encontramos que en El Colegio existen problemas de desigualdad de género y de clase muy severos que necesitamos atender.

De igual forma, después del sismo de 2017, con la comunidad de El Colegio montamos un centro de acopio potente, muy bien organizado y recibimos recursos de una agencia de cooperación japonesa para apoyar a una población muy afectada en Oaxaca.

Así que creo que al Colmex le he dado la inteligencia y creatividad que he podido, cuando me han tocado posiciones de liderazgo y también cuando me toca ser investigadora de a pie haciendo mi trabajo de investigación y de docencia con toda la energía posible.

Muchas gracias por la entrevista doctora Flamand.

 

 

*Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, México.
Contacto: mjsantos@sociales.unam.mx