Ciudades del conocimiento y su contribución a la sustentabilidad

PEDRO CÉSAR CANTÚ MARTÍNEZ*

CIENCIA UANL / AÑO 25, No.112, marzo-abril 2022

En nuestra sociedad, el conocimiento siempre ha sido un recurso sumamente valioso, pero particularmente a finales del siglo XX, y en estos primeros 20 años del siglo XXI, el conocimiento ha requerido de una gestión adecuada y estratégica, esencialmente por el protagonismo explicito que ha tenido en el progreso de la sociedad humana. En este sentido, el desarrollo económico que hoy se ostenta tiene como nodo central el conocimiento, y sus avances –como innovaciones– se han instaurado como la base para acceder a un bienestar social de carácter generalizado en el mundo (Cabrero, 2014).

En este marco de referencia, las naciones más desarrolladas han trascendido de un esquema de carácter industrial hacia otro sustentado en el conocimiento, con lo cual han edificado metrópolis bastante prósperas y extremadamente atrayentes en materia de inversión económica. Sin embargo, en un escenario opuesto, en los países en desarrollo esto no ha sucedido ya que se encuentran aún en una fase que impulsa preponderantemente el contexto industrial (Hernández, 2017). No obstante, el conocimiento es contemplado:

como un activo fundamental, el mundo empresarial se dio cuenta muy pronto de que éste necesitaba ser gestionado de una forma eficiente. A lo largo de los últimos años, la gestión estratégica del conocimiento viene encontrando aplicación en otros campos, como pueden ser los de la educación, la planificación territorial o la gobernanza (Romeiro y Méndez, 2008:2).

¿QUÉ ES LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO?

Hace algunos años se contaba con el precepto de que sólo las naciones que lograban un fortalecimiento social, económico y ambiental eran aquéllas que desarrollaban exclusivamente sus sectores productivos mediante la incorporación de infraestructura y tecnología, las cuales aportaban grandes dividendos a la productividad. Sin embargo, esta noción ha cambiado posterior a la identificación que tiene el conocimiento como bien capital para acrecentar la competitividad laboral y productiva de los países, al igual que contribuye a la sustentabilidad.

Cuando se hace referencia a la economía del conocimiento – knowledge economy–, debemos entender que se refiere a la manera en que el sector productivo y social hace uso de la información y del conocimiento para crear valor –en los servicios y productos– que se incorpora a la sociedad con el objetivo de mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas. De hecho, los ámbitos en los que la economía del conocimiento se hace patente son muy diversos, entre éstos pueden estar: educación, investigación, informática, comunicaciones, robótica, biomedicina, biotecnología, nanotecnología, entre otras (Brinkley, 2006).

Esto no significa que antes no haya sido así, ahora se hace referencia a la forma tan vertiginosa en cómo se ha creado, acumulado y usado el conocimiento. Esto suele interpretarse como una alusión que se acepta universalmente, como lo hace saber correctamente Smith (2002). De acuerdo con Sánchez y Ríos (2011), el concepto de economía del conocimiento fue formulado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) –cuyo objetivo es coordinar políticas sociales y económicas entre las naciones agremiadas–. Las bases, de acuerdo a la OCDE, son principalmente la generación, divulgación y uso del conocimiento.

Igualmente, estos mismos autores –Sánchez y Ríos (2011)– indican que el Banco Mundial contempla que en toda economía del conocimiento deben subsistir cuatro fundamentos: educación calificada, infraestructura tecnológica, sistemas de innovación –por ejemplo, vinculación entre la empresa y centros de investigación– y regímenes de orden gubernamental que incentiven y aseguren esta actividad. Inclusive, la economía del conocimiento ha dado origen a normas y pautas que se erigen como gerencia del conocimiento, que consiste en la forma en que el conocimiento mismo se inscribe, almacena, se combina, se cataloga y se examina (David y Foray, 2002).

De esta manera, el conocimiento se organiza como un recurso o producto que actualmente retoma suma importancia en las actividades socioeconómicas. El cual puede ser imperceptible o tangible. De hecho, Vilaseca, Torrent y Díaz (2002:8-9) comentan lo siguiente:

en la actualidad hay dos tipos de mercancías conocimiento: las mercancías conocimiento observable y las mercancías conocimiento tácito. Por tanto, hemos visto cómo las tecnologías digitales no sólo han asentado las bases de una mayor utilización del conocimiento como recurso, sino que también han definido un conjunto de nuevos bienes y servicios, que agrupamos bajo el denominador común de mercancías conocimiento observable y mercancías conocimiento tácito.

Por lo tanto, el recuento del conocimiento tangible y tácito evidenciado como observable, conjuntamente con la difusión de éste, ha permitido que el conocimiento se haya constituido en un bien estratégico, económico y social, que de manera virtuosa ha permitido la generación de más conocimiento en la posmodernidad.

CARACTERÍSTICAS DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Una sociedad del conocimiento es aquella entidad en la que los distintos sectores que la constituyen hacen uso del conocimiento de manera exhaustiva, con lo cual se contribuye al fortalecimiento del desarrollo económico y ambiental (Rohrbach, 2007). Es así que la Organización de Estados Americanos (2021, párr. 1) hace mención que la sociedad del conocimiento atañe: “a la sociedad que está bien educada, y que se basa en el conocimiento de sus ciudadanos para impulsar la innovación, el espíritu empresarial y el dinamismo de su economía”.

Por ende, Beatriz Pescador (2014) asevera que la sociedad del conocimiento se particulariza, como aquella colectividad social que ostenta las competencias e infraestructura para constituir el conocimiento que se posee en un instrumento, para aplicarlo en su propio bienestar con un alto sentido social. Al respecto, Pérez et al. (2018:10) comentan que “la creciente demanda de conocimiento científico en nuestros tiempos ha marcado un hito en la evolución científico-tecnológica, de ahí que se estén generando sociedades para identificar, obtener, generar, transmitir y emplear la información a favor del desarrollo humano”.

En estos términos, toda sociedad del conocimiento es capaz de edificar estructuralmente su conocimiento mediante la experiencia compartida, ya no sólo presencialmente entre personas o de manera colectiva, sino ahora haciendo uso de la tecnología de información y comunicación principalmente, que a su vez les conduce a construir nuevo conocimiento. El cual se origina de las habilidades y competencias que emanan de las transferencias de información y que modifica grandemente –en muchos sentidos– las actividades cotidianas; transformando la información en un insumo –que sirve de cimiento– para el desarrollo económico y socioambiental.

Cabe destacar que en la sociedad del conocimiento se pretende facultar a todo ser humano para hacer uso de la información y que le permita propiciar un enriquecimiento en su persona, tanto de carácter cultural y técnico como del orden científico. En otras palabras, se busca la prosperidad de todos los individuos, y donde la educación se yergue como un bastión para lograr esto, abonando a una mayor comprensión de los saberes universales, en la que se involucran prácticas, convicciones y capacidades con alto contenido analítico.

La sociedad del conocimiento se ha constituido en la respuesta al frenético entorno global, en el que cada vez se hace pertinente establecer nuevas formas de interaccionar entre las personas, así como desarrollar distintos estilos de trabajo y nuevas combinaciones de aprendizajes, habilidades y actitudes que den pauta a un modelo de carácter más integrador, donde se requiere, además, contar –sin lugar a dudas– con ámbitos sociales y económicos estables y competitivos.

CIUDADES DEL CONOCIMIENTO Y LA SUSTENTABILIDAD

¿Por qué las ciudades se tornan relevantes en el marco de la sociedad del conocimiento? Esencialmente esto sucede porque es en las metrópolis donde se da génesis, se aglutina, se divulga, se intercambia y se aplica todo conocimiento; traduciéndose estas acciones en medios para constituir el conocimiento en un insumo de mejora de las condiciones de vida de las personas, por ello se les denomina ciudades del conocimiento.

Por esta razón, Cabrero (2014:37) tipifica a las ciudades del conocimiento como “el espacio geográfico en el que se integran e interactúan las actividades económicas con las actividades vinculadas a la innovación y a la generación de conocimiento científico y tecnológico”. Inclusive señala que cuentan con seis particularidades distintivas: alta productividad, nivel de vida elevado, capital intelectual, actividades innovadoras, acceso a infraestructura informática para su conectividad y un marco administrativo y legal que promueve el establecimiento de nuevas inversiones.

En tanto, la contribución de las ciudades del conocimiento a la sustentabilidad puede evidenciarse mediante el logro de generar espacios urbanos cuyas particularidades sean más seguras, inclusivas y resilientes, como lo advierte el Objetivo 11 de Desarrollo Sostenible (Fondo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible, 2021). Pero, además, como Cabrero (2014) lo menciona, al establecimiento de un compromiso para el empleo de tecnologías y procesos productivos contemplados como limpios, cuyo impacto se refleje en el contexto ambiental como en la progresión del bienestar de las personas.

Es así que, en el marco de desempeño de una ciudad del conocimiento, descuella el capital humano e intelectual con el que se cuenta, adicionalmente al empleo de tecnologías más amigables con la conservación del ambiente y donde subsiste una gestión urbana inclusiva. Con lo cual, Alvarado (2017:8) señala:

De esta manera la evolución territorial y, por tanto, el desarrollo de un modelo de ciudad inteligente y sostenible requiere de nuevas formas de organización e interrelación, considerando que las nuevas tecnologías y sistemas (económicos y sociales) evolucionan en nuevas lógicas basadas en la interrelación activa de varios actores, tanto de la esfera social como ambiental, económica y de gobierno.

Por lo tanto, una ciudad del conocimiento, sustentable e inteligente, sería el sitio donde sus ciudadanos son el nodo central de todo progreso y desarrollo económico, que conlleve por consecuencia a elevar la calidad de vida de las personas alineando su funcionamiento a la equidad, eliminación de la pobreza y sustentabilidad de sus procesos en el tiempo.

CONSIDERACIONES FINALES

Como hemos podido observar, las circunscripciones geográficas denominadas ciudades se han establecido como nodos que potencializan el conocimiento, con la finalidad de elevar el desarrollo y progreso económico de toda persona. Donde las capacidades tecnológicas y capital intelectual se conjugan para incursionar en distintas áreas con el propósito de reducir la pobreza y la desigualdad, lo cual está acorde con los preceptos de los objetivos del desarrollo sustentable.

Para esto, sobresale que en estas ciudades del conocimiento se abogue y resguarde un ambiente de carácter urbano donde la sustentabilidad tanto económica como ecológica no necesariamente implique –de manera coyuntural– un atraso social en la calidad de vida de sus ciudadanos. Y, por ende, se encaminen a un modelo de gestión urbana considerando el conocimiento como el principal insumo para lograr esto.

 

* Universidad Autónoma de Nuevo León.
Contacto: cantup@hotmail.com

REFERENCIAS

Alvarado, R.A. (2017). Ciudad inteligente y sostenible: hacia un modelo de innovación inclusiva. Paakat: Revista de Tecnología y Sociedad. 7(13):1-17.
Brinkley, I. (2006). Defining The Knowledge Economy: Knowledge Economy Programme Report. London: The Work Foundation.
Cabrero, E. (2014). Ciudades del conocimiento, ciudades sustentables. Ciencia. 65(4):34-39.
David, P.A., y Foray, D. (2002). Una introducción a la economía y a la sociedad del saber. Comercio Exterior. 152(6):472-490.
Fondo para los Objetivos de Desarrollo Sostenible. (2021). Objetivo 11: Ciu- dades y comunidades sostenibles. Disponible en: https://www.sdgfund.org/es/objetivo-11-ciudades-y-comunidades-sostenibles
Hernández, N.D. (2017). Las ciudades del conocimiento en México: una revisión entre la teoría y la práctica. Revista Mexicana de Análisis Político y Administración Pública. 6(1):95-108.
Organización de Estados Americanos. (2021). Sociedad del conocimiento. Disponible en: https://www.oas.org/es/temas/sociedad_conoci- miento.asp
Pérez, R., Mercado, P., Martínez, M. et al. (2018). La sociedad del conocimiento y la sociedad de la información como la piedra angular en la innovación tecnológica educativa. Revista Iberoamericana para la Investigación y el Desarrollo Educativo. 8(16):1-24.
Pescador, B. (2014). ¿Hacia una sociedad del conocimiento? Revista Med. 22(2):6-7.
Rohrbach, D. (2007). The development of knowledge societies in 19 OECD countries between 1970 and 2002. Social Science Information. 46(4):655-689.
Romeiro, P., y Méndez, R. (2008). Las ciudades del conocimiento: revisión crítica y posibilidades de aplicación a las ciudades intermedias. Scripta Nova Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. 12(270):1-22.
Sánchez, C., y Ríos, H. (2011). La economía del conocimiento como base del crecimiento económico en México. Enl@ce Revista Venezolana de Información, Tecnología y Conocimiento. 8(2):43-60.
Smith, K. (2002).What is the Knowledge Economy? Knowledge intensity and distributed knowledge bases. Netherlands: United Nations University.
Vilaseca, J., Torrent, J., y Díaz, A. (2002). La economía del conocimiento: paradigma tecnológico y cambio estructural. Un análisis empírico e internacional para la economía española. Working Paper Series WP02-003. Internet Interdisciplinary Institute.