¿QUÉ PORVENIR NOS DEPARA TRAS EL COVID-19 EN EL MARCO DE LA SUSTENTABILIDAD?
Pedro César Cantú-Martínez*
CIENCIA UANL / AÑO 23, No.102 julio-agosto 2020
No hace muchos años, para ser más explícitos en septiembre de 2015, se tuvo la determinación, por parte de todas las naciones, de lograr procesos y acciones que coadyuvaran a mejorar las realidades de existencia de todo ser humano. Es así que surgieron, en el concierto internacional, los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS), con la finalidad de afrontar los desafíos sociales, económicos y ecológicos que se erigieron por la crisis social en que aún subsistimos, y que desencadenó un impacto negativo e irreversible en nuestro entorno cuya génesis se encuentra en una sociedad humana cada vez más numerosa (Cantú-Martínez, 2016).
Este antecedente tiene su sustento desde la década de los setenta, cuando se develó que la humanidad anualmente demandaba insumos a la naturaleza en tales cantidades que se encontraba superando la tasa de renovación que el mismo planeta puede otorgarnos. De esta manera se genera un fenómeno denominado
translimitación ecológica [que] ha seguido creciendo con los años, alcanzando un déficit de 50 por ciento en 2008. Esto significa que la Tierra tarda 1.5 años en regenerar los recursos renovables que utiliza la gente y en absorber el CO2 que producen ese mismo año (WWF, 2012: 40).
El anterior déficit de biocapacidad se ha acrecentado con el transcurrir del tiempo y queda evidenciado por las prácticas de consumo de las personas; mediante la huella ecológica podemos medir el impacto que posee la población humana que alcanza cifras hoy en día de hasta 7700 millones de personas, según el último informe demográfico de las Naciones Unidas (United Nations, 2019).
Sin lugar a dudas, los ODS se tornan sumamente relevantes ya que tienen como fin guiar la Agenda 2030, la cual cuenta entre sus propósitos con erradicar la pobreza, poner solución al hambre, responder a una gestión sostenible del agua, de los ecosistemas, de las actividades productivas para mejorar la calidad del aire y garantizar una vida saludable a todas las personas.
Este último aspecto, que atañe a la salud, se ha puesto a prueba con el surgimiento del COVID-19, esencialmente por la incapacidad de orden tecnocientífica de encontrar una solución. Ante esto, la problemática actual en salud no es más que una dificultad en el marco de la crisis global en que subsistimos como sociedad y que pone de nueva cuenta en cuestionamiento las políticas que se han instaurado por los gobiernos en el mundo.
En el presente manuscrito pretendemos abordar el escenario que se nos plantea durante y tras la experiencia que estamos teniendo como colectivo social frente al COVID-19, así como la manera en que deberemos construir nuestra realidad y el replanteamiento quizá de una nueva sustentabilidad.
LA EXPERIENCIA HASTA AHORA CON EL COVID-19
De acuerdo con información oficial emitida por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020), es una enfermedad de carácter infeccioso causada por el coronavirus, que forma parte de una amplia gama de virus que pueden originar en las personas desde un simple resfriado hasta complicaciones que involucran la aparición del síndrome respiratorio agudo severo.
La problemática en el mundo surge debido a que tanto el padecimiento como el virus que la promueve eran ignorados en el concierto académico y científico hasta antes que surgiera el brote en Wuhan (China) y se convirtiera en una epidemia primeramente, para luego constituirse en una pandemia que afecta al mundo en general.
Esto es preocupante por algunos motivos, el primero de ellos concierne, de acuerdo a la OMS (2020), a que el contagio de este padecimiento puede propagarse por personas asintomáticas que intervienen en la trasmisión de la enfermedad, lo cual se torna sumamente relevante cuando se carece de información que documente la tasa de frecuencia con lo cual ocurre esto. En segundo término, porque este mismo organismo internacional advierte que aún se siguen documentando las distintas formas de propagación. Lo que ha permitido determinar por el momento que el agente trasmisor del COVID-19 puede perdurar hasta tres días en objetos cuyos materiales sean confeccionados con acero inoxidable o plástico.
Finalmente, como tercer aspecto encontramos el hecho de no contar aún con un tratamiento terapéutico que garantice la salud de las personas en el mundo, ya que los antibióticos sólo son idóneos para enfermedades de tipo bacteriano. Hasta aquí nuestra experiencia como sociedad frente a este padecimiento.
LOS ODS A LA LUZ DEL COVID-19
Un rasgo de esta experiencia y aprendizaje en medio de la pandemia es que ha mostrado que los propósitos de los ODS sólo han sido buenas determinaciones por desarrollar hasta este momento. Y tras el informe de marzo 2020 por la Naciones Unidas en su documento titulado “Responsabilidad compartida, solidaridad global”, en relación con el COVID-19 (United Nations, 2020), podemos encontrar que las brechas sociales y económicas aún subsisten.
Por ejemplo, inicialmente la enfermedad del COVID-19 ha revelado que acomete sobre el objetivo 3 que se encamina a mejorar la salud y el bienestar de las personas, y como hemos observado, el efecto adverso en la salud mundial todavía continua, lo que ha puesto en evidencia la falta de alianzas para dar una respuesta adecuada en materia de sanidad internacional, como lo propone el objetivo 17.
Por otra parte, esta pandemia ha incidido en los objetivos 1 y 2, que se refieren a poner fin a la pobreza y al hambre en el mundo; sin embargo, ha probado con esto los pocos avances en esta materia al generar que segmentos sociales en miseria y con insuficiencia alimentaria, respectivamente, se encuentren en este momento en condiciones paupérrimas, esencialmente por la reducción y cierre de las actividades económicas, lo que pone también expresamente en cuestionamiento los avances en el crecimiento económico, como señala el objetivo 8.
Lo anterior es una situación altamente significativa en las ciudades al observar los cinturones de pobreza donde se expone a las personas a un mayor riesgo de enfermar, particularmente por el hacinamiento y las malas condiciones sanitarias, lo que quebranta el supuesto avance en los objetivos 4-7, 10, 11 y 16. Por el contrario, empeoran las condiciones de grupos vulnerables como las mujeres y las niñas, exhibe la carencia de agua en muchos sitios en el mundo, así como de suministro de energía, que impacta directamente e incrementa las desigualdades sociales, esto adicionalmente exterioriza la falta de accesibilidad por estos núcleos de población a una educación a distancia, con lo que se violenta además la paz social.
Sin embargo, en el objetivo 13 se ha podido evidenciar una disminución del impacto sobre el clima y los sistemas naturales al disminuir o bien cancelar las actividades productivas. Y esto ha sido en contra de nuestra propia voluntad.
OTRO MODO DE VER LA REALIDAD Y LA SUSTENTABILIDAD
El surgimiento del COVID-19, sin lugar a dudas, nos ha enfrentado a un evento que seguramente debe estar cambiando nuestra construcción de la realidad; adicionalmente, esto también debe promover un cambio en nuestra forma de pensar y comportarnos. Más que nunca porque las enfermedades pandémicas son reales, y como ya lo estamos constatando, pueden afectar hondamente el curso de nuestras vidas, al punto de paralizar toda actividad humana.
En este última circunstancia, se advierten hechos sin precedentes, ya que se ha constatado que los índices de calidad de aire en China han mejorado por el cierre o reducción en las operaciones industriales, como lo constata la cadena noticiosa BBC News Mundo (2020: párrafo 7), al señalar que la “NASA y la Agencia Espacial Europea publicaron imágenes satelitales que muestran una caída dramática entre enero y febrero [del 2020] de los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2) en el aire del gigante asiático, uno de los países más contaminantes”.
Por otra parte, en el concierto internacional, producto de la cuarentena obligatoria a la que estamos sujetos, se ha permitido que la vida silvestre retome los espacios de los cuales les hemos despojado, ya que este aislamiento ha permitido confinar a millones de seres humanos, que con su transitar producían grandes niveles de ruido y en constante circulación alejaban a la fauna.
Es así que la cadena UNIVISION-Noticias (2020) detalla que en Santiago (Chile) se han visto pumas deambulando por las calles, mientras en Nara (Japón), conjuntos de venados se han encontrado transitando por las avenidas, en tanto en Llandudno (Gales) se han avistado cabras por las arterias de la ciudad. Al mismo tiempo, Mónica Artigas (2020), corresponsal de National Geographic en España, indica que han advertido en distintas ciudades de España, como Barcelona, Vigo y algunos pueblos asturianos como Cangas de Narcea, la presencia de jabalíes, zorros y osos.
Basten estos ejemplos para señalar que el desvanecimiento de la disonancia del ser humano ha resultado en favor para la fauna silvestre. Además, estos eventos nos dejan entrever que sin nuestra influencia o presencia, la naturaleza sabrá encontrar cómo recuperar lo perdido y establecer un nuevo equilibrio para así hacer justicia a la trama de la vida de la cual nos hemos alejado de manera exorbitante.
Esto debe hacernos cambiar la forma de verla y la forma en cómo nos relacionamos de ahora en adelante, ya que estos acontecimientos son un avistamiento de que la vida natural proseguirá y no le es necesaria nuestra presencia. Ante esto será importante prestar atención antes de que nos reclame –si no es que ya está sucediendo– el espacio que le hemos quitado y el lugar que también le hemos usurpado.
No hay mejor experiencia aleccionadora que aquélla que nos permite ubicarnos justamente en el papel que nos toca fungir y nos conmina a la creación de una nueva relación –que aún es posible lograr– frente a ella, ya que la sociedad humana está en crisis, y la sustentabilidad puede ser sólo un proyecto –ya no de desarrollo– que ha demostrado limitados e insuficientes resultados, y ahora habrá que transformarlo en un proyecto de vida, que propicie un cambio radical y sustantivo en la humanidad.
Esto es el surgimiento de una nueva sustentabilidad no centrada en el ser humano, sino teniendo como referencia lo holístico y lo sinérgico con el entorno natural. Ya que es sumamente insólito que el ser humano, que ostenta un cerebro extraordinario, haya sido incapaz de aprender cuál es su papel en el entorno. No obstante que algunos miembros de la sociedad humana lo consideran –al cerebro– como el elemento central para ubicarnos en la cima de la evolución, aún por encima de la sabia naturaleza que nos creó y albergó hasta que nos apreciamos autosuficientes. De tal manera que en esta modernidad y posmodernidad en que subsistimos creíamos estar ajenos a ella, y ésta misma con una minúscula parte de ella –virus– nos ha mostrado lo endebles que somos.
Frente a esta nueva visión de sustentabilidad que se erige, se debe superar una fuerte oposición, que si reflexionamos en el marco de la bioética global, esta resistencia proviene en gran medida por el enfoque antropocéntrico y cartesiano que ostentamos, y a la supuesta relación existente con un ser supremo de carácter teocéntrico, el cual creemos nos acoge por encima de toda culpa y mal que concibamos, con lo cual nos hemos envanecido como sociedad, dando suma importancia a la razón instrumental para someterla. Pues como comenta Zaffaroni (2011: 3), el ser “humano siempre tuvo una actitud ambivalente frente al animal, dado que en buena medida se quiso conocer diferenciándose de éste e identificándose con [un] Dios ”.
En tal caso, el ser humano no debía preocuparse por la congoja que padecía la vida silvestre y el entorno natural, así como tampoco debía manifestarse inquieto por el deterioro de la tierra, el aire y el agua, porque se aduce que su destino está en que partirá a un mejor lugar al que actualmente ha vilipendiado y estropeado. Sin embargo, cuán alejados estamos de la realidad y de su valor, donde los procesos de autoorganización natural nos superan en complejidad y de la cual el ser humano es una pequeña parte, y no aquella postura teocrática que indica la creación de un ente superior –ser humano– para enseñorearse sobre la naturaleza.
el ser “humano siempre tuvo una actitud ambivalente frente al animal, dado que en buena medida se quiso conocer diferenciándose de éste e identificándose con [un] Dios”.
CONSIDERACIONES FINALES
Tomar decisiones y medidas congruentes que permitan cuidar la base ambiental en nuestro planeta se ha tornado, en este tiempo, en una situación urgente y de vital importancia para la continuidad del ser humano, ya que como hemos advertido, el colapso que denominamos sanitario y ambiental con enormes consecuencias sólo nos afectará a nosotros. Y por increíble que nos parezca, la actual problemática ambiental que subsiste es consecuencia de nuestras actividades, por lo cual resulta absurdo que tengamos que combatir entre nosotros mismos para salvaguardarla.
Recordemos que ella no requiere de nuestro apoyo y conocimiento para construirse, deconstruirse y reconstruirse. De hecho, debemos considerar seriamente que nunca hace algo en vano y en este momento nos está sugiriendo escuchar y percibir que el entorno natural no es nuestro, sino que es la morada de todos los seres vivos, donde también subsiste y pertenece el ser humano.
* Universidad Autónoma de Nuevo León.
Contacto: cantup@hotmail.com
REFERENCIAS
Artigas, M. (01 de abril de 2020) La naturaleza salvaje reconquista la ciudad por el coronavirus. Disponible en: https://www.nationalgeographic.com. es/ciencia/naturaleza-salvaje-reconquista-ciudad-por-coronavirus_15346
BBC News Mundo. (2 marzo de 2020). Coronavirus: las imágenes que muestran la sorprendente caída de la contaminación del aire en China desde el inicio de la crisis Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-51713162
Cantú-Martínez, P.C. (2016). Los nuevos desafíos del desarrollo sustentable hacia 2030. Ciencia UANL. 19(78):27-32.
OMS. (2020). Preguntas y respuestas sobre la enfermedad por coronavirus (COVID-19). Disponible en: https:// www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/q-a-coronaviruses
United Nations. (2019). World Pros pects 2019: Highlights (ST/ESA/ SER.A/423). New York. UN-Department of Economic and Social Affairs, Population Division
United Nations. (2020). Shared res ponsibility, global solidarity: Respon ding to the socio-economic impacts of COVID-19. New York. U.N.
UNIVISION-Noticias. (3 abril de 2020). La naturaleza avanza en las ciudades: los animales a sus anchas en las calles vacías por el coronavirus. Disponible en: https://www.univision.com/ noticias/salud/la-naturaleza-avanzaen-las-ciudades-los-animales-a-susanchas-en-las-calles-vacias-por-el-coronavirus-fotos-fotos
WWF. (2012). Informe Planeta Vivo 2012. Suiza. WWF Internacional.
Zaffaroni, E.R. (2011). La naturaleza como persona: de la Pachamama a la Gaia. En C. Espinosa & C. Pérez (Eds.). Los derechos e la naturaleza y la naturaleza de sus derechos. (pp. 3-34). Quito. Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos.