Los museos en el museo arquitectónico de la Gran Plaza de Monterrey

Armando V. FLorez Salazar*

CIENCIA UANL / AÑO 16, No. 64, OCTUBRE-DICIEMBRE 2013

museomarco

El controvertido gobierno presidencial de José López Portillo (1976- 1982) se distinguió por muchas y variadas circunstancias, una de éstas fue la promoción de la cultura, en lo general, y del arte en lo particular, con su respectiva repercusión en las entidades federativas, en las que destaca Nuevo León.

El trasfondo cultural y académico de los hermanos López Portillo: José, el presidente; Alicia, su asistente, y Margarita, “la pésima musa”, por su exagerada admiración a la “décima musa”, y de Carmen Romano, la primera dama, en ruda competencia de excentricidades lograron comprometer al sector público y al privado del país a respaldar con acciones propias esta política oficial de notoriedad en el campo de la difusión cultural artística.

La primera actividad que establece el punto de partida de dicha política fue en septiembre de 1977, con la fundación en Monterrey, por parte del Gobierno Federal, con el respaldo del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), de la Escuela Superior de Música y Danza “Carmen Romano de López Portillo”, en el edificio que originalmente fue construido, en 1913, para el Colegio de Damas o del Sagrado Corazón de Jesús, en el cerro “El Obispado”. Su inauguración en el patio central del edificio fue solemne, con la presencia del gabinete presidencial en pleno, acompañado de autoridades estatales y municipales, capitanes de industria, rectores universitarios, promotores culturales y medios masivos de comunicación.

Como respuesta inmediata de solidaridad con la política del Presidente, los grupos industriales regiomontanos fundaron nuevos centros culturales: FEMSA establece el Museo de Monterrey, en el mes de noviembre de 1977; el grupo Alfa instala el Museo de las Instituciones, en el edificio del mismo nombre, en diciembre del mismo año; el Centro Cultural Alfa, en octubre de 1978, y el Centro Recreativo con el Teatro Nova, en 1979, y el grupo Fomento de Industria y Comercio, FIC- Vitro, establece el Centro de Arte Vitro, en 1981, y el Museo del Vidrio, en 1992. Todos, aunque con ciertas restricciones y controles estrictos, con actividades abiertas al público en general.

También el sector oficial fue marcando la pauta con la fundación del Museo El Centenario, en 1983, por parte del Municipio de San Pedro, Garza García, y el Gobierno del Estado apoya la intervención al edificio original construido para la Estación de ferrocarril al Golfo para su nuevo uso como Casa de la Cultura del Estado de Nuevo León, en 1986. Asimismo, el Municipio de Monterrey acondiciona el edificio del antiguo Palacio Municipal para establecer ahí al Museo de Historia de Nuevo León, en 1989, mismo que evolucionará al Museo Metropolitano de Monterrey a partir de 1995. Asimismo, siguieron los pasos, Conarte y Conaculta, dentro del programa de culturas populares, al fundar, en noviembre de 1993, el Museo Estatal de Culturas Populares, en el venerado edificio de las Comunidades Agrarias o “Casa del
Campesino”.

Como resonancia en el tiempo, un nuevo impulso le da continuidad al proyecto de difusión cultural bajo la batuta del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), quien inaugura en la ciudad dos obras fundamentales, por ser las primeras que se construyeron específicamente para ello: el Museo de Arte Contemporáneo (Marco), en junio de 1991, y el Museo de Historia Mexicana, en noviembre de 1994.

A estos esfuerzos le seguirán la puesta en uso como galería al vestíbulo del antiguo Palacio Federal, en 2005; el Museo del Palacio de Gobierno, en 2006, y como cereza de pastel el anexo del Museo de Historia Mexicana, en su acentuación de cultura regional bajo el nombre de Museo del Noreste, en 2007; estos últimos tres proyectos bajo la promoción y regencia del gobernador José Natividad González Parás, como apoyo coadyuvante al Foro Internacional de las Culturas, instalado en la ciudad.

El museo de arquitectura de la Gran Plaza de Monterrey se enriquece con estos objetos arquitectónicos, tanto por su calidad de históricos, unos, como por su peculiaridad estilística de los más recientes.

El Museo de Arte Contemporáneo (Marco)

Como parte de la solidaridad con el nuevo orden presidencial encabezado por Carlos Salinas de Gortari, en la entidad se asocian la iniciativa privada y el Gobierno del Estado para establecer una institución de promoción cultural, en 1989, específicamente para promover una sede local para la difusión del arte contemporáneo latinoamericano. La primera tarea fue la adquisición de la manzana circunscrita por las calles Gral. Zuazua, al oriente; Padre Raymundo Jardón, al norte; Dr. José María Coss, al poniente; y Guillermo Prieto, al sur, y el encargo del proyecto correspondió al despacho capitalino del arquitecto Ricardo Legorreta. Luego de resueltos algunos problemas de diversa índole, el edificio se inauguró como Museo de Arte Contemporáneo, y el acróstico Marco, en 1991.

La magna celebración inaugural encabezada por el presidente Salinas abrió las puertas a la primera exposición internacional bajo el título de “Mito y magia en América: los ochenta”, con la participación de setenta pintores de todo el continente.

El edificio ocupa, con sus paramentos, toda la manzana, más la parte correspondiente a la calle Guillermo Prieto, que quedó integrada al predio; con más de quince mil metros cuadrados de construcción, el edificio consta de tres niveles: un sótano para estacionamiento y servicios generales, un primer piso con galerías de exposición, patio de esculturas, auditorios, tienda, restaurante y una festiva y controvertida(1) fuente en el patio central, y un segundo piso que completa las once salas de exposición, aulas para cursos y las funciones administrativas.

El edificio se distingue por su armonía formal con el paisaje urbano circundante, dos plazoletas como ochavos, la estridencia cromática exterior, el rodapié de mármol travertino que lo circunda, el esquema de hacienda rural con patio central y la paralelamente famosa pieza escultórica, de gran formato, “La Paloma”, en la plazoleta del acceso principal, de Juan Soriano.

El Museo de Historia Mexicana

Por carecer en todo el estado de un museo de historia de México, el gobernador Sócrates Rizzo tramitó ante el Congreso del Estado una ley para su establecimiento, la cual se publicó en el Periódico Oficial, en agosto de 1994. Sin embargo, el proyecto tomó forma en 1992, se seleccionó el sitio de ubicación y el despacho –Augusto Álvarez y Óscar Bulnes– para su diseño en 1993, y fue inaugurado por el presidente de la república y el gobernador del estado, en noviembre de 1994, casi al mismo tiempo en que el Congreso del Estado autorizaba su existencia como tal, y el presidente Salinas concluía su periodo.

museohistoriamexicana

El edificio museístico comparte con la Plaza de los Cuatrocientos Años el centro de la ahora gran manzana,(2) circundada por las calles Dr. José María Coss, al oriente; 5 de Mayo, al norte; Diego de Montemayor,al poniente y Juan Ignacio Ramón al sur. Ocupa la parte extrema al poniente, y se auxilia con la plaza en función de gran atrio. Su esquema funcional presenta también un sótano de estacionamiento y restaurante, la planta baja que hospeda las salas para exposiciones temporales, biblioteca, auditorios, tienda y oficinas administrativas, y un segundo piso en planta libre para la exposición permanente sobre la historia de México con cinco temas específicos: México Antiguo, Virreinato, Siglo XIX, Siglo XX y Madre Tierra.

El edificio se distingue por su simplicidad formal, su fortaleza pétrea, su aparejo isódomo de cantera blanca y un aire feudal que se acentúa con las paredes ciegas, el puente que salva la fuente y la acequia de Santa Lucía que lo ciñe.

El Museo del Noreste (Mune)

Al ser solicitada como sede del Foro Internacional de las Culturas, la ciudad de Monterrey, en 2007, implicó un sobreesfuerzo administrativo para ampliar el equipamiento que garantizara la comodidad de sus múltiples y variadas actividades. De ello surge la necesidad de “conectar” el Museo de Historia Mexicana con el Parque Fundidora, como sedes y polos del evento, lo que implicó enfrentar dos obras importantes como equipamiento de la ciudad: una, el “Paseo Santa Lucía”, como conexión física de los polos y un anexo del Museo de Historia Mexicana para dar a conocer la historia regional a los visitantes, que por la naturaleza del proyecto evolucionó a su autonomía como Museo de Historia Regional, con el nombre de Museo del Noreste y el acrónimo Mune. Se encargó de su diseño el despacho local de los arquitectos Edmundo Salinas y Manuel Lashera, y fue solemnemente inaugurado en septiembre de 2007 por el presidente de la república, Felipe Calderón Hinojosa, y el gobernador de Nuevo León, José Natividad González Parás.

El edificio ocupa la esquina nororiente de las calles Diego Montemayor y Juan Ignacio Ramón, y forma conjunto con sus vecinos, el Paseo Santa Lucía, el Museo de Historia Mexicana y la Plaza de los Cuatrocientos Años. Su esquema funcional se resuelve en más de diez mil metros cuadrados de construcción, con dos plantas en sótano para el estacionamiento y dos más para las salas de exposiciones permanentes y temporales, auditorio, cafetería, tienda, oficinas administrativas y bodegas.

museomune

El edificio se distingue por su forma monolítica, pétrea, geológica y arquetípica; por el aparejo incierto y desfasado del aplacado de granito texturizado que lo recubre exteriormente, por su vecindad con el agua corriente de la acequia y el puente elevado que lo intercomunica y hermana con su vecino.

Conclusión

El equipamiento museístico de la ciudad metropolitana y de la región en las tres últimas décadas ha tenido como promotores principales tanto a los gobiernos constitucionales, como a la iniciativa privada de formación y vocación universitaria, ambos cumpliendo exigencias culturales de origen, tanto endógeno como exógeno, en sano equilibrio. Ello se registra en el paisaje urbano con objetos arquitectónicos que documentan la evolución del perfil cultural del hombre regional.

* Universidad Autónoma de Nuevo León, F.A.
Contacto: armando.floress@uanl.mx

Referencias

1. Controvertida en el sentido de la humedad que se produce al contacto del agua con el aire artificial, y considerada ésta como un problema en la conservación sana de las obras expuestas en los museos. Un problema paralelo fue el exceso de luz natural que entraba a las salas de exposición por los patios interiores, corrigiéndose con la cancelación de los patios. Y uno más aún no corregido totalmente es la acústica en el patio central, que deforma los sonidos ahí emitidos.

2. La gran manzana se formó por la eliminación del tramo de la calle del 15 de Mayo para, a partir de ella, más la enajenación ilegal de algunos predios inmediatos, generar el espacio que ocupa el Museo y la Plaza de los Cuatrocientos Años. Todo, al parecer, provocado por la escasez de tiempo para lograr la inauguración de las obras por el presidente Salinas. Aún se lleva a cabo el litigio por el reclamo de los afectados.

 

 ADENDA

La narrativa museística de Nuevo León

Anette Arámbula Mercado

El equipamiento museístico de la ciudad metropolitana de Monterrey se ha convertido en un instrumento de enorme relevancia social, en tanto que los museos son responsables de guardar, interpretar y divulgar los bienes culturales regiomontanos. La misión de un museo se cumple mediante la comunicación con sus visitantes, basada en la tridimensionalidad de los espacios físicos en relación con los objetos contenidos en ellos. Éstos narran valores intrínsecos basándose en argumentos temáticos.

En un escrito previo, “El museo de arquitectura y escultura en la Gran Plaza de Monterrey”,(1) Armando Flores explica que la palabra museo deriva del griego museión –templo dedicado a las musas–. Según la mitología, éstas eran hijas de Mnemósine –diosa de la memoria– y de Zeus, por lo que eran de igual manera diosas en las artes, ciencia e historia. Para los griegos, el templo era también un lugar de tributo para los hombres, por ello la pertinencia del tema que habla de los museos en el museo arquitectónico de la Gran Plaza en Monterrey. Ese escrito, que demarca bien el origen y evolución de los tres museos construidos en edificios de nueva planta, es relevante porque en nuestro país es muy bajo aún el porcentaje de museos construidos fuera de la restauración de inmuebles históricos. Por lo tanto, se antoja añadir un breve análisis tipológico por temas, colecciones, ubicación y exposición de los mismos.

Hay diferentes maneras de clasificar los museos. Caracterizarlos permite entender sus propósitos y delimitar sus actividades, compromisos y alcances. Independientemente de la variedad del ámbito cultural y social al que corresponde un museo, y de la clase de administración con que se rige, lo esencial para definirlo es el tipo de colección que resguarda y el público o audiencia a que pretende servir. El Museo de Arte Contemporáneo, por ejemplo, pone de manifiesto las colecciones y los capitales privados, teniendo como objetivo promover la creación contemporánea mexicana y latinoamericana. Más que la historia de la creación artística, muestra las políticas vigentes y gustos imperantes en la época actual, aunque las definiciones de arte no siempre se relacionen con las características de las obras en ellas mismas. Las exposiciones de obras artísticas para demostrar materiales y técnicas que suele albergar, lo convierten en un museo de artes aplicadas.

Por su parte, el Museo de Historia Mexicana concentra su temática en torno a la evolución histórica y cultural del mexicano. En una extensión de 15,000m2 aborda, siguiendo periodos convencionales, el pasado de nuestra sociedad y de los hombres que forjaron nuestra patria. Aunque la historia nacional es narrada a través de argumentos oficiales, sus elementos y símbolos insisten en un nacionalismo integrador. Además de la historia, estudia la arqueología de las antiguas civilizaciones que poblaron el territorio que hoy ocupamos, exponiendo a la vista del público los rasgos culturales etnográficos característicos de grupos humanos con un mismo origen, raza y lenguaje.

Las exposiciones permanentes dan carácter a un museo. En el caso del Museo del Noreste, lo define la historia regional de los tres estados del este septentrional mexicano, junto con Texas. La exposición está colocada de forma didáctica por etapas diacrónicas a lo largo de seis mezanines que se conectan a través de rampas que sincronizan el recorrido desde lo antiguo hasta lo contemporáneo. Por otra parte, la interpretación que este museo plantea en su exterior sobre el noreste mexicano hace referencia a los materiales de la región, sus colores pardos y carácter austero. El desfasamiento visual, que genera su fachada ventilada, emula también el desplazamiento regional de las capas geológicas. Esto genera en el espectador emociones en el plano evocativo: una comunicación emotiva que repentinamente se disuelve en el interior, donde el discurso museográfico deja de relacionarse con los referentes del entorno inmediato.

En los museos, además de las exposiciones temporales y permanentes, otras formas de narración permiten enriquecer la oferta cultural. Por ejemplo, el Museo de Historia Mexicana echa mano de ambientaciones temáticas, crea escenas que siguen ejes cronológicos y en las que los objetos se disponen como complemento de la narración. El Museo de Arte Contemporáneo, por su parte, sigue un esquema más tradicional basado en la exposición contemplativa bajo el principio de “prohibido tocar”. El Museo del Noreste, en contraste, presenta una exposición más bien de tipo sistemática, con argumentos basados en sistemas clasificatorios que determinan la selección, organización y ubicación de los elementos museográficos.

Sería deseable que los espacios museísticos dejaran de ser lugares de contemplación para transformarse en medios integradores de acciones recíprocas: sitios de aproximación, de aprendizaje y contenedores de las manifestaciones culturales de sus usuarios. Si, como acertadamente plantea el Dr. Armando Flores en su escrito, la Macroplaza es el gran museo arquitectónico de la ciudad de Monterrey, entonces deberíamos cuidar que en ella florezcan las mismas características que distinguen al espacio museográfico: que sea funcional, equitativa y armónica; que tenga buenas vías de acceso y garantice la seguridad tanto de los visitantes como de sus colecciones. Con esto no sólo estaríamos rescatando y adaptando los planteamientos museísticos, sino que también estaríamos haciendo de Monterrey una mejor ciudad.

Referencia

1. Flores Salazar, Armando V. (2013). “El museo de arquitectura en la Gran Plaza de Monterrey”. CiENCiAUANL, año XVI, número 61.