LOS MARCIANOS LLEGARON YA, ¿POR QUÉ SE CREYÓ EN LA INVASIÓN MARCIANA DE 1938?

“Damas y caballeros, interrumpimos nuestro programa musical para dar un boletín especial”, se escuchó la voz un tanto desesperada y asustada del locutor después del tango “La cumparsita”. “¡Los marcianos han aterrizado en Nueva Jersey!”. Así comenzaba el parte informativo con el que, el 30 de octubre de 1938, la compañía de radioteatro de Orson Welles traspuso a las ondas La Guerra de los Mundos, la novela del escritor británico H.G. Wells.

Aunque no se trataba de fake news, pues de entrada se avisó de que se sólo era una dramatización, el ficticio boletín de la cadena CBS confundió a quienes sintonizaron la emisión empezada. Al día siguiente, 31 de octubre, se dijo que muchos oyentes se envolvieron la cabeza en toallas mojadas para protegerse del gas venenoso de los invasores, otros se escondieron en sus sótanos con escopetas y un gran número de neoyorquinos escapó en coche de su ciudad.

La reacción de la gente parecía refrendar la teoría de la aguja hipodérmica, la cual sostiene que los medios de comunicación masivos (el cine y, sobre todo, la radio) inoculan sus mensajes en la mente del destinatario, logrando que los acepte ciegamente y reaccione en la dirección deseada.

Actualmente, existen serias dudas acerca de la magnitud del pánico y del porcentaje de la audiencia que se asustó; lo único contrastado es que la centralita de la CBS se vio colapsada por las llamadas de los oyentes y que Welles tuvo que improvisar una rueda de prensa al término de la función para aclarar lo sucedido. Es probable que gran parte de las anécdotas referidas fueran leyendas urbanas y que los medios, con afán sensacionalista, inflaran el efecto del programa explotando la creencia en el poder manipulador de la radio, muy extendido a la vista de su rol en el auge del nazismo.

El énfasis en la conducta de la audiencia determinó que se prestara escasa atención a la singularidad del mensaje: la invasión extraterrestre. Para la opinión pública este dato era secundario; se presumía que el público crédulo se habría tragado si acaso la noticia de una plaga de gnomos en Central Park o de un desembarco vikingo en Manhattan… ¿pero realmente le daba igual un escenario que otro?

Responder a la pregunta exige reconstruir el contexto de los hechos. En primer lugar, cabe tener en cuenta la familiaridad del público americano con las especulaciones sobre la presencia de vida en la Luna y demás astros.

Otro factor era el aura todopoderosa de la radio, el siguiente factor era la ciencia ficción. El género nacido en el Viejo Mundo arraigó con fuerza en Norteamérica, y en el momento de la “emisión del pánico” gozaba de un seguimiento masivo. Una de esas narraciones impresionó especialmente a los lectores: la citada novela de H.G. Wells. En la obra publicada en 1897 se comparaba a la implacable armada marciana con las tropas británicas que, poco tiempo antes, habían exterminado a los aborígenes de Tasmania para arrebatarles su territorio. De mano de los marcianos imaginarios, el colonialismo inglés recibía su propia medicina. En su adaptación, el jovencísimo Welles se limitó a trasladar la acción de Londres a Nueva York. Y el último factor influyente era la tensa situación internacional. Faltaba menos de un año para que estallara la Segunda Guerra Mundial, y los estadounidenses temían que el conflicto en ciernes les arrastraría a una conflagración muchísimo más destructiva que todas las anteriores.

Esa extraordinaria combinación de factores sugirió a la compañía teatral de la CBS la adaptación de la obra de Wells, alimentó la expectativa en una aplastante agresión enemiga, hizo creíble la aparición de los marcianos y otorgó verosimilitud al escenario de guerra interplanetaria.

 Sin su concurrencia difícilmente ningún oyente hubiera dado crédito al anuncio de que un rayo extraterrestre había vaporizado a siete mil soldados de un solo golpe. Y sin la persistencia de esas percepciones, más el poso dejado por la emisión, difícilmente se hubiera producido, una década más tarde, uno de los más sorprendentes pánicos colectivos de la Modernidad: el fenómeno OVNI (fuente: SINC).