Mil voces tiene la ausencia

Hay imágenes

que no merecen ser

traducidas a metáforas.

Iveth Luna

 

Algunas veces hay historias que muestran mejor la realidad de lo que es. La superposición de elementos narrativos y situaciones actuales inauguran una suerte de espejos, los cuales, en diferentes grados, resulta difícil evadir.

El argumento en Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor, justo muestra esto: una serie de voces que se articulan de manera vertiginosa para revelar un crimen. Un crimen que sucede al inicio: el cadáver de una mujer aparece flotando en un canal de riego, la encuentran unos niños. A la mujer la llamaban la Bruja, todos la conocían en el pueblo y los testimonios son sólo el pretexto para revelar un universo mucho más complejo en torno al asesinato. La mayoría de los personajes parecen ser simples, pero basta un par de líneas para descubrir los demonios normalizados que condenan a esta comunidad a un círculo vicioso.

La ausencia de un cuerpo, el de la Bruja, va llenándose con las voces de los habitantes de “La Matosa”, el pueblo donde se desarrolla la historia. La descripción del espacio es el recurso mediante el cual los objetos y las relaciones entre éstos son expuestos, marcan límites y todos los valores comienzan a experimentar una profunda descomposición que termina por negarlos. El espacio ficcional en “La Matosa” contiene y significa la acción de los personajes, y se convierte en uno más que expone la transgresión de los sentidos y un choque de imaginarios. Observar la familiaridad de lo narrado con cierto gesto.

La voz de Melchor se oculta de una manera muy afortunada detrás del lenguaje que decide utilizar, lo cotidiano y propio de un pueblo, el cual podría ser el modelo de cualquiera atormentado por la violencia, la ignorancia y los prejuicios; desterritorializado por sus mismas prácticas y costumbres. La Bruja resulta ser una víctima, un síntoma descrito inconscientemente por todos.

La novela es la imagen depurada de una cierta dimensión del mundo, una suerte de recomposición a partir de una limitada cantidad de información repartida de manera excesiva. En Temporada de huracanes se condiciona al lector a estar atento por medio de la palabra y los signos. La inexistencia de párrafos nos obliga a continuar la fluidez de las voces, el ir y venir de lo que el otro tiene que decir para complementar la ausencia, abrir la grieta con justificaciones, con anécdotas, reconstruyendo su entorno, nombrándolo para que exista.

Carlos Blanco.