Vol. 27 Núm. 123 (2024): Enero-Febrero 2024
Leyendo uno de los artículos de este número, me puse a reflexionar sobre el efecto que tiene todo lo que hacemos en los sistemas de salud en el medio ambiente. De hecho, en un congreso internacional al que asistí recientemente, se dedicaron varias sesiones al impacto de nuestra especialidad, en mi caso Radiología, en la contaminación ambiental y de cómo podríamos mitigar estos efectos. El tema no es nuevo, inclusive he dedicado al menos un par de episodios de mi podcast Memorándum a estos temas, tanto al efecto de lo que hacemos, como a lo que sucede, por ejemplo, con los medios de contraste que inyectamos a nuestro pacientes para realizar estudios de imagen, que se desechan por la orina, y pasan al sistema de reciclado de agua, sin que existan realmente filtros o tratamientos específicos para eliminar estos residuos.
Es entonces interesante darnos cuenta de que, en el mundo de la atención médica, donde la ciencia y la humanidad se unen en la noble misión de curar y cuidar, emerge una paradoja crítica pero a menudo ignorada: el impacto ambiental del sector de la salud. Esta realidad plantea una pregunta incómoda: ¿estamos comprometiendo la salud de nuestro planeta en el proceso de salvaguardar la salud humana?
Imaginemos los pasillos estériles de hospitales y clínicas, donde la generación de residuos médicos es una constante. Estos desechos, desde jeringas hasta vendajes contaminados y compuestos farmacéuticos, se acumulan en cada quirófano, en cada unidad de terapia intensiva, en cada habitación, reflejando nuestras luchas contra la enfermedad. Pero la acumulación trae consigo una serie de consecuencias ambientales. La disposición inadecuada de estos materiales inicia una cascada de contaminación que penetra en el suelo, el agua y el aire, presentando riesgos inadvertidos para el medio ambiente y la salud pública.
Los hospitales y clínicas, perpetuamente activos, son los principales protagonistas de esta situación, pero no los únicos. Su operación continua, vital para la atención de pacientes, conlleva un consumo masivo de energía. Esta demanda energética no sólo eleva las emisiones de gases de efecto invernadero, también alimenta el cambio climático, una amenaza creciente para la salud global.
Por otro lado, pensemos en todos los medicamentos vertidos (incluso por nosotros mismos, en la orina, por ejemplo), en el agua, alterando los ecosistemas acuáticos y entrando en la cadena alimentaria de los organismos que ahí se encuentran. Incluso en pequeñas dosis, su impacto es profundo. Paralelamente, los productos de un solo uso, cruciales para la higiene y la prevención de infecciones, se acumulan como desechos plásticos, liberando toxinas y microplásticos en el medio ambiente.
Ante estos desafíos, el sector de la salud se enfrenta a la urgente necesidad de reinvención. La adopción de materiales sostenibles, estrategias de reciclaje, educación ambiental y políticas más estrictas son pasos hacia una atención médica que beneficie tanto a los pacientes como al planeta. Este cambio de paradigma implica ver la salud humana y la salud planetaria como inseparables, y actuar en consecuencia.
Esto no es sólo un llamado a la conciencia, es una invitación a la acción. En la intersección de la salud humana y planetaria, cada decisión, acción cuenta. Como guardianes de la salud y el bienestar, debemos esforzarnos por curar no sólo a los individuos, también al planeta en el que habitamos. La salud de nuestro mundo y sus habitantes están entrelazadas, sólo a través de esfuerzos concertados y sostenidos podemos aspirar a sanar ambos.
En conclusión, considero de suma importancia analizar la huella ambiental del sector de la salud. Al hacerlo, podemos avanzar hacia un futuro donde cuidar de la salud humana también signifique cuidar del planeta que nos sostiene. La atención médica, en su esencia, es un acto de cuidado y compasión, es hora de extender ese cuidado a nuestro entorno natural.
Guillermo Elizondo Riojas
Universidad Autónoma de Nuevo León, San Nicolás de los Garza, México.
Contacto: guillermo.elizondor@uanl.mx