El Instituto de Investigaciones Científicas de la UNL: sus publicaciones (1944 -1973)

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JORGE S. MARROQUÍN DE LA FUENTE*

CIENCIA UANL / AÑO 19, No. 80, JULIO-AGOSTO 2016

Siempre que bebas… acuérdate de la fuente. Proverbio chino

No se podría abordar este tema sin considerar la visión que tuvo su iniciador, el Dr. Eduardo Aguirre Pequeño (1904-1988). De forma sumaria éstas son sus fuentes de inspiración: 1) la figura egregia del benemérito de Nuevo León, doctor J. Eleuterio González “Gonzalitos” (1813- 1888); 2) la responsabilidad social, médica y humanista del doctor Ángel Martínez Villarreal (1904-1945) y 3) la proyección científica en las disciplinas biológicas del sabio naturalista Jean Baptiste Monet, caballero de Lamarck (1744-1829). Se esbozó su visión en un trabajo previo (Marroquín 2004). En adelante se citan las siglas IIC para referirnos al Instituto de Investigaciones Científicas.

Dar cuenta de semejante proyección conduce al reconocimiento de amplias fuentes de información (ver referencias al final), en su mayor parte de mi acervo personal. La razón de mi apego a este tema, de índole histórica, estriba en las experiencias periodísticas entre 1955 y 1959 en el semanario Vida Universitaria en Monterrey (auspiciado por el Patronato Universitario y conducido por el profesor Alfonso Reyes Aurrecoechea). Como reportero y articulista nació mi predilección por reunir bibliografía y hemerografía que, a la postre, me han servido para este tipo de colaboraciones; y como responsable y editor del tabloide mensual Vida Rural, órgano de la Unión Ganadera Regional de Nuevo León. Las actividades de campo se combinaban bien con la carrera de biólogo que cursaba en la UNL (cf. Estrada Loyo 2013, entrevista).

Un busto y placa del Dr. Eduardo Aguirre Pequeño por la UANL fue develado el 19 de septiembre de 2002 por el entonces rector Dr. Luis Galán Wong en la Plaza de Universitarios Ilustres, a un costado de la Torre de Rectoría, en Cd. Universitaria, junto a los de J. Eleuterio González (1813-1888), Pedro de Alba (1887-1960) y Genaro Salinas Quiroga (1909-1999). En la misma explanada se encuentra, en sitio especial, la efigie del Lic. Raúl Rangel Frías (1913-1993).

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En la obra Los peces de Nuevo León, de José Álvarez del Villar (1952), aparece un “Proemio” escrito por el Dr. E. Aguirre Pequeño que representa, de forma sucinta, sus desiderata:

En el programa de actividades que el Instituto de Investigaciones Científicas se ha propuesto desarrollar en el presente año, como un complemento de su función investigadora, se destaca el impulsar y coordinar sus actividades en favor de la Educación, la difusión de la Cultura y la vulgarización bien interpretada de sus conquistas científicas para el bienestar del hombre. Un esmerado estudio de los Recursos Naturales del Estado para un mejor aprovechamiento, han sido sus más firmes propósitos y sublimes ideales. Es por esto que para contribuir a la resolución de uno de los más serios problemas que se relacionan con el hombre y su alimento, ha iniciado una serie de estudios tendientes a plantear mejor el problema para tratar de resolverlo con menos dificultades. Conservar la tierra, hacer un mejor uso de ella y aprovechar hasta donde sea posible el agua, he ahí los postulados que traerán como consecuencia menos miseria y, por tanto, una mejor salud para nuestro pueblo.

La tarea ha sido iniciada por los más eminentes hombres de ciencia reconocidos tanto en el país como en el extranjero en esta clase de disciplinas científicas. Un estudio acerca de los Recursos Naturales del Estado de Nuevo León por Enrique Beltrán y el que esto escribe, como una continuación de los que publicara J. Eleuterio González, constituirán los fundamentos para las presentes y futuras investigaciones al respecto, ya que comprenden entre sus capítulos la síntesis geográfica del estado, recursos no renovables, aguas y suelos, agricultura y ganadería, bosques y parques nacionales, caza y pesca. El estudio de los peces ha sido encomendado al Biólogo José Álvarez del Villar; los batracios, reptiles, aves y mamíferos han estado a cargo del Prof. Rafael Martín del Campo, del Instituto de Biología (UNAM). Los Peces de Nuevo León y la Piscicultura Rural constituyen uno de tantos frutos de sus actividades desarrolladas como investigador huésped del IIC UNL. Es una magnífica aportación […] publicada con la autorización del señor licenciado Raúl Rangel Frías, Rector de la Universidad de Nuevo León y bajo los auspicios del Honorable Patronato Universitario, que viene no sólo a llenar uno de los capítulos en el estudio del aprovechamiento de nuestros Recursos Naturales, sino además a contribuir al fomento de una de las más indispensables actividades de la vida moderna en favor de la Higiene mental del niño, recreacional del adulto y terapia ocupacional del anciano (Eduardo Aguirre Pequeño, Monterrey, enero de 1952; Proemio en Álvarez del Villar 1952: 1-2).

LAS PUBLICACIONES Y SUS ETAPAS

De 1944 a 1962 fue director del IIC el Dr. Eduardo Aguirre Pequeño, quien se ocupó, aparte de la investigación y la docencia, de editar una serie de publicaciones. Para fines legales e históricos acerca de la promulgación de la Segunda Ley Orgánica de la Universidad de Nuevo León en 1943, en la que se menciona un Instituto de Investigaciones Científicas, hay varias fuentes fidedignas, por ejemplo, Martell Méndez (1970), Salinas Quiroga (1983), Camacho Cervantes (2003), varios autores (2008) y las fuentes primarias del H. Congreso del Estado (decretos) y, por supuesto, el Diario Oficial en el que aparecen los documentos para su puesta en vigor.

En ese marco, 18 años de producción editorial (Aguirre Pequeño 1944; Marroquín 2009b) representan un envidiable legado. Las primeras publicaciones fueron el Boletín, del 1 al 6, los Anales que constan de dos números, ambos del Vol. I (Núms. 1 y 2), tesis profesionales, por ejemplo, Sepúlveda 1950, libros: Beltrán y Aguirre Pequeño, (1946,1948), Comas (1944), Aguirre Pequeño (1946, 1953, 1966, 1967) y los sobretiros derivados de las contribuciones aparecidas en los Anales del IIC por diversos autores. La bibliografía del Dr. Jeannot Stern (1895-1958), colaborador del IIC desde 1944, aparece en Garza Ocañas & Marroquín (2010). El Dr. Stern, políglota, solía traducir las conferencias en inglés de los investigadores huésped.

No pueden faltar en esta relación los informes parciales, algunos publicados desde un principio en Armas y Letras (1944, Año I, Núms. 1-5), órgano mensual del Departamento de Acción Social de la UNL con paginación corrida en su versión facsimilar (1993, tomo I: ‘de 1944 a 1950’); luego, en la revista Universidad, años 1951-52 (Núm. 11: 155 et seqq.; 1954-55 y 1955-56: 141-142).

En lo concerniente al “mal del pinto”, enfermedad que despertó sumo interés en el Dr. Aguirre Pequeño – desde antes de su autoinoculación de noviembre de 1939– ver la publicación de la UANL en donde se recapitula, en versión facsimilar; la edición de esta obra de 415 páginas era una necesidad histórica (Aguirre Cossío, Juan E., ed., 2016).

REPERCUSIONES DE LA PROYECCIÓN DEL IIC DE LA UNL

Dado su papel de investigador el Dr. Aguirre Pequeño condujo al IIC a una fértil cadena de éxitos (Rebolloso 1989, 1995; Marroquín & Rebolloso, eds. 1995; Leal Lozano et al., eds., 2009; Garza Mercado 1989 a,b; Aguirre Cossío, Eduardo 2001, 2004; Salinas Cantú 1972, 1995; anónimo 2013; Garza Guajardo 2014; Cuéllar 2016 en Aguirre Cossío, J. Enrique, ed.). En todas esas referencias se concluye, como denominador común, que el IIC proyectó la investigación científica en la UANL a través de las facultades afines, sobre todo las nacidas en su seno, así como en sus centros de investigación derivados, hasta el nivel que ha alcanzado hoy en día. Es obvio su efecto multiplicador en función de las vocaciones científicas de los egresados que han seguido publicando sus trabajos, dentro y fuera del ámbito universitario, en libros y revistas nacionales y extranjeras. ¿Cómo se demuestra lo afirmado? Si pudiésemos elaborar un listado de los trabajos publicados en revistas indexadas, de todas las especialidades, ya sea que sus autores pertenezcan o no al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), en los campos más relevantes, caeríamos en la cuenta de que la obra del IIC ha llegado, histórica y dialécticamente, a niveles que ni el mismo Dr. Aguirre Pequeño habría sospechado. Recordemos el ambicioso plan trazado desde 1944 con los investigadores que, con él, colaboraron en cursos, cursillos, conferencias, ediciones e investigaciones compartidas.

Huelgan pruebas más categóricas. El “Proemio” aparecido en Álvarez del Villar (op. cit.) transcrito ut supra, da el perfil pleno de sus objetivos. Es preciso señalar el documentado trabajo de Leal Lozano (1995) cuando compendia el papel jugado por Aguirre Pequeño en la promoción y desarrollo de la biología en México, a la par de su entusiasmo por el impulso a la investigación.

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Tan se proyectó que, al menos, el Museo Regional de Historia Natural fue un calculado adelanto a su tiempo. Es un ejemplo de que, cuando los museos no estaban de moda, atrajo las visitas de familias y niños, estudiantes de kinder hasta secundaria, para conocer la fauna ahí representada (ver fotos). Aparte, esas colecciones fueron la base de varios artículos científicos, especialmente sobre aves, reptiles y anfibios (batracios) escritos por Martín del Campo (1910-1987); cf. Marroquín (2013).

Se ha escrito acerca de la cambiante ubicación física del IIC a lo largo de su historia en Monterrey (cinco sedes) en virtud de que no contaba con edificio propio, antes de llegar a la torre de la Rectoría a fines de 1962, en Ciudad Universitaria. La información al respecto se puede leer en Garza Chapa (1969), Marroquín (1975-77 y 2009b), Flores Longoria (2005), Garza Ocañas & Marroquín (2010) y Garza Guajardo, J.R. (2014). No insistiré en el tema.

LAS PUBLICACIONES DURANTE LA SEGUN LAS PUBLICACIONES DURANTE LA SEGUNDA Y ÚLTIMA ETAPA DEL IIC, FINALES DE 1962 A 1973

Luego de la salida del Dr. Aguirre Pequeño como director del IIC, a raíz de la decisión del Consejo Universitario de retirarle sus cargos (no por renuncia; ¿acaso existe un documento de renuncia?), en sesión a puerta cerrada de fecha 21 de junio de 1962 (véase la prensa local del día 22 de junio), el rector, reconocido periodista y escritor, José Alvarado Santos, nombró al Dr. Héctor Menchaca Solís como secretario ejecutivo del IIC (Martínez Chapa & Hernández 2012, entrevista), cargo que, él mismo narra, ejerció de 1962 a 1967, cuando es nombrado secretario general de la UNL durante el rectorado del Lic. Eduardo A. Elizondo (1922-2005).

A partir de ahí se queda como secretario ejecutivo en funciones del IIC el Ing. Ermilo J. Marroquín de la Fuente (Menchaca Solís, Informe: 1966-67; Marroquín de la Fuente E., Informe: 1967-68; Martínez & Hdez. Garza 2011, entrevista). Este último funcionario estuvo en su cargo durante varios rectorados (del Lic. Eduardo A. Elizondo, del Ing. Nicolás Treviño Navarro, interino, y del Dr. Héctor Fernández, antes de la designación al IIC del Dr. Luis E. Todd.

Destaca, entre sus labores, el establecimiento de la publicación Cuadernos del Instituto de Investigaciones Científicas (Cuads. Inst. Invs. Ciens. UANL, Mex.), cuyo primer número data de mayo de 1963. En este lapso, de 1962 a 1969, editan 14 números. Los últimos tres (15- 17) se editan durante la gestión del Ing. Fernando Valerio Salazar como director del IIC, de 1970 a 1973, momento que marca el término de esa brillante etapa, romántica por excelencia, de la investigación.

Después vienen los cambios de nombre de Cuadernos a Publicaciones y se separan por disciplinas desde mediados de 1973. Una de ellas es la serie (revista) Publicaciones Biológicas, con sede en la Facultad de Biología. Ahí se estuvo editando por casi un cuarto de siglo. Su primer número tiene fecha del 1 de agosto de 1973, apenas tres meses después de la conclusión de la última edición de los Cuadernos, lo que significa que existía un potencial científico de primer orden, es decir, una producción suficiente para alimentarlas. Mientras tanto, el IIC se transformaba en Dirección General de Investigaciones Científicas, para seguir cambiando sucesivamente su nombre (Garza Guajardo, J.R. 2014). Desconozco el nombre actual, cuál sea su organigrama, funciones y ubicación física. Es alentador saber que siguen publicando (véase CiENCiAUANL).

El Dr. Fernández tomó posesión como rector el 4 de octubre de 1967. El Dr. Todd (2013) relata:

…el gobernador Elizondo, por sugerencia del doctor Fernández […] decidió nombrarme director del IIC […] en donde existían viejos libros y algunos fósiles y piezas biológicas que se habían heredado desde la época de su fundador, Eduardo Aguirre Pequeño. Por supuesto que la investigación científica era casi nula… (op. cit. p. 49). Durante mi estancia en el Instituto de Investigaciones Científicas, posición que ocupaba por segunda ocasión…; empero, no encontré (JSM) datos acerca de la primera vez que ocupó el cargo.

En Garza Guajardo, J.R. (2014) se lee “En septiembre de 1969 nombran al Dr. Luis Eugenio Todd Pérez como nuevo encargado del IIC”. La fecha no está a discusión, el término “encargado” sí. Sucede que hubo cambio de rector, cuando es designado por el Consejo Universitario el Dr. Oliverio Tijerina Torres, estafeta que le sería otorgada por el Lic. Enrique Martínez Torres (rector provisional) con fecha del 10 de diciembre de 1969 (Camacho Cervantes 2003).

El Ing. Fernando Valerio Salazar sucedió al Dr. Todd como director del IIC y, en este otro lapso, el nuevo funcionario me designó jefe del Departamento de Ciencias Biológicas mediante oficio del 13 de junio de 1970, dato que avalo con el nombramiento original. Lo menciono porque Garza Guajardo, J. R. (op. cit.) escribe en el cuadro “Relación de directores del IIC: [de] 1969-1973 [ocupó el cargo el] Dr. Luis Eugenio Todd Pérez” y lo recalca luego así: “El Dr. Todd permaneció como director del Instituto hasta su nombramiento como rector en 1973” y no fue así.

Tampoco es cierto que dicho titular haya creado el Centro de Estudios Avanzados (CEA). El nombramiento del Dr. Garza Chapa como Coordinador del CEA provino del acuerdo de su propio Consejo de Profesores, compuesto por 11 miembros. Avalo esta información como secretario de Actas del CEA, cargo que, por acuerdo de dicho Consejo, se me otorgara el 4 de julio de 1972 (referencias: copias de las Actas del Consejo de Profesores del CEA que guardo en mi archivo).

De acuerdo con el Dr. Raúl Garza Chapa (2009), dicho centro abrió sus puertas en el rectorado del C. Ing. Héctor Ulises Leal Flores, y estuvo adscrito al IIC, bajo cuyo organigrama operó durante el breve periodo de poco más de dos años. Durante el rectorado del Dr. Todd se cerró el Centro «por razones no académicas» (Garza Chapa op. cit.). Y… si lo cerró… ¿cómo explicar que lo haya creado? O, mejor dicho, si el Dr. Todd hubiese creado el Centro de Estudios Avanzados… ¿cómo explicar que lo haya cerrado hacia fines de 1973? En cambio, debemos reconocer que el Dr. Todd como rector apoyó fuertemente a la Facultad de Ciencias Biológicas durante la dirección del biólogo José Castillo Tovar.

La bibliografía de Garza Guajardo, J.R. (2014) ofrece los títulos generales de sus fuentes, pero no proporciona autores ni páginas y sólo en tres referencias anota el año; de esta forma sus citas hemerográficas resultan incompletas. El trabajo que documento es serio, preciso, citando las fuentes con rigor histórico, algunas no son fácil de consultar pero son comprobables. De eso se trata, de lo contrario… ¿para qué escribir? Aparte, ser testigo es un honor.

A eso se debe, en parte, que mis capítulos en libros y artículos en revistas se tomen, con frecuencia, como base de otros en los que no se cita de dónde proviene la información (véase, por ejemplo, anónimo 2013). La metodología seguida trata de cumplir con los cánones de honestidad requeridos, que nos enseñaron a practicar en esta misma Universidad, precisamente bajo la égida del Dr. Eduardo Aguirre Pequeño, es parte del profesionalismo.

Quienes oculten sus referencias “para evitar ser copiados” inducen al lector riguroso a no tomarlos en serio, mientras a los verdaderos investigadores a no poder comprobar sus asertos. Las investigaciones científicas e históricas no funcionan así. Sobre estas últimas ver la obra de Benavides Hinojosa, Artemio (2009) como un ejemplo de precisión y seriedad, obra documentada con toda la formalidad exigible en estos casos.

AGRADECIMIENTOS

A los editores y revisores de CiENCiAUANL, particularmente al Lic. Eduardo Estrada Loyo y diseñadores, tanto por sus apoyos y alientos, como por sus acertadas críticas y señalamientos. Al biólogo Humberto Sánchez Vega por su aportación del trabajo ‘Amebiasis’ del Dr. E. Aguirre Pequeño (1946); al Dr. Roberto Rebolloso por obsequiarme la obra que aparece en las referencias como ‘varios autores’, fuente de acreditada información; al Ing. Juan Enrique Aguirre por el ejemplar autografiado del libro de su padre sobre el“mal del pinto” (Aguirre Cossío, J. Enrique, ed. 2016) y un ejemplar de Lecciones de paludología; al C. Ing. Ermilo J. Marroquín de la Fuente (mi hermano mayor) por la información fidedigna, de primera mano, en relación con sus datos y por la correspondencia personal. A mis hijos Elba y Jorge por su auxilio en la preparación de los primeros borradores del trabajo. Como algo especial quiero hacer notar que el Dr. Luis E. Todd (2013) en su Anatomía de una utopía, tomo II, tuvo a bien autografiarme un ejemplar que dice “Para el Dr. Jorge Saúl Marroquín, universitario, biólogo de corazón” y firma (en 2014), cosa que agradezco (ver referencia completa). La amistad no debe estar reñida con la metodología de las indagaciones históricas; en eso consiste la sana convivencia universitaria.

REFERENCIAS

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